1836 solicitud de fuerzas armadas para detener a la madre del faccioso Pedro Verela
Rarisima carta de la Comandancia Militar de la Provincia de Lugo dirigida al Sr. Alcalde de Parga y Guitiriz (Lugo – Galicia)
En la cual se pide auxilio de fuerza armada para detener a la madre del faccioso (Dicho especialmente de un rebelde armado: Que pertenece a una facción. RAE) Pedro Varela
La carta tiene el membrete de la Comandancia Militar
Y está manuscrita en una sola cara
Es de tamaño folio plegado
En perfecto estado
Aunque poco conocida, Galicia también tuvo su historia. Es la historia
de una región más de España. Sus peculiaridades culturales, sociológicas y
económicas hacen que su participación en la historia general de España cobre
especiales matices. Ahora bien, su historia hay que enlazarla siempre con
la de España, «de la cual no podemos separarla».
Galicia tuvo una esplendorosa y agitada Edad Media. El descubrimiento
del sepulcro de Santiago la convirtió en centro espiritual del entonces mundo
occidental. Las peregrinaciones jacobeas le proporcionaron riquezas y opulencia,
pero la decandencia de éstas y, posteriormente, el salir perdedora con
Castilla en las luchas políticas que mantuvo dentro del Reino de León ocasionaron
su pobreza y marginación. A pesar de ello el Reino de Galicia vivió
gozando de cierta libertad política y administrativa que, entre otras razones,
venía impuesta por su aislamiento y falta de comunicaciones con respecto a
la Corte, sede del Gobierno central. La Junta del Reino de Galicia se encargó
de ejercer estas funciones. Ningún sentimiento de desarraigo tenía, no obstante,
asiento en Galicia, aunque no faltasen algunas alusiones de descontento
que más tarde alcanzarían estado común e incluso estado de política oposición
que se manifestaron en las reuniones de la Junta.
A fines del XVIII era Galicia la unidad territorial más poblada de España,
la única en rebasar el millón de habitantes. Su situación económica, sin embargo,
era de lo más precaria. Su característica organización de la propiedad
de la tierra mantenida sobre la figura jurídica denominada «foro», provocó,
quizá, la más angustiosa situación de su historia. A su remedio tuvo que acudir
el rey Carlos III en 1763. Dicha situación se agravó porque cerca del 80
por 100 de la propiedad de la tierra estaba amortizada y además existían gran
número de lugares de señorío (del 50 al 75 por 100), lo que produce una situación
asfixiante para los labradores que constituían la mayor parte de la
población.
Entonces, en España —se dice en un folleto anónimo del año 1812—, «en
todas las provincias nos mirábamos unos a otros como miraban los griegos
y los romanos a los extranjeros, esto es, como enemigos... Nadie recibía
como una injuria común lo que se hacía a la una o la otra provincia. Cada
una tenía sus privilegios y sus usos políticos. Nadie sabía quién era español...».
La revolución de 1808 es el fenómeno político-social directamente encaminado
a transformar las instituciones y la misma sociedad. Se convirtió en
sentimiento generalizado en la opinión pública la conciencia de la crisis del
«antiguo régimen», inicialmente planteado como programa de reforma para
convertirse más tarde en proyectos revolucionarios que llevan implícitos la
consiguiente transformación política. Es en las provincias donde se puso de
manifiesto con total evidencia la radical ruptura del viejo sistema. El pueblo
se convierte en el principal protagonista e intenta organizarse para luchar contra
la invasión francesa. En este año «la soberana» Junta del Reino de Galicia
protagonizó el primer intento habido en España de lograr una federación a
través del pacto entre las provincias del noroeste de la Península. El intento
fracasa y, a continuación, se produce una fuerte tendencia a la centralización
que los liberales defienden. Los liberales trataron por todos los medios de que
los conceptos de «nación» y «soberanía nacional» unificaran el anarquismo
que produjo la invasión napoleónica. Lucharon con todas sus fuerzas para
dar al país una Constitución. El constitucionalismo incipiente se convirtió,
pues, en el mayor enemigo de los particularismos regionalistas.
Sólo tenemos noticias, con posterioridad a lo expuesto, de la existencia de
un cierto sentido de «provincialismo» gallego, denunciado en el año 1811
por el Boletín del Sexto Cuerpo del Ejército (Lugo 1811).
La vuelta de Fernando VII supuso el retorno al régimen absolutista. Las
instituciones más poderosas de Galicia lo aceptaron sin oposición (Universidad,
Iglesia, Real Audiencia...). Sin embargo, fue en Galicia en el año 1814
donde se produjo el primer pronunciamiento contra el régimen absolutista,
que fracasó cómo el posterior de Díaz Porlier de 1815. Fueron típicos pro
nunciamientos liberales de los muchos que se van a producir a lo largo del
siglo xrx
En 1820, al sublevarse Riego y Quiroga en Cabezas de San Juan, fue en
la Coruña donde se produjo el primer movimiento en su favor. El 21 de febrero
de 1820 proclamó La Coruña la vigencia de la Constitución de 1812, y
aunque algún autor llegó a preguntarse si además había en Galicia intentos
segregativos para lograr la formación de un gobierno federal, creemos que
nunca existió tal propósito. No resulta hecho alguno que pueda inducir a pensar
que entre los liberales gallegos de 1820 se pretendiera instaurar un sistema
federal.
Con el fin de fijar el verdadero objeto de levantamiento en Galicia, se estudian
los fines que persiguieron las sociedades patrióticas que en esta época
nacieron.
A partir de estas fechas es cuando surgen los primeros brotes de una
conciencia «provincialista» más o menos difusa, más o menos autonomista.
Opinamos que son dos las concausas que, actuando sucesivamente en el
tiempo, influyeron directamente en su formación: la invasión napoleónica
por una parte y, posteriormente, el movimiento romántico.
También hay que tener en cuenta la posible influencia ideológica que el
incipiente espíritu provincialista gallego pudo recibir del carlismo en cuanto
defensa de autonomías y reivindicaciones forales, así como en cuanto a lo que
éste supuso en el despertar del sentimiento regional.
El periodismo gallego fue otro de los impulsores del provincialismo. Dio
sus primeros pasos durante la guerra de la Independencia. En los artículos
publicados, además de la efervescencia política de los primeros años del siglo,
manifiesta una honda preocupación por las cosas del país, comenzando por
destacar las peculiaridades culturales e históricas del pueblo gallego.
Resalta con especial relieve en numerosas obras de la época el vigoroso
sentk/iiento de la raza y de la tierra. Surge la teoría celtista verdadera, dogma
capital y base doctrinal del provincialismo gallego.
El romanticismo literario de la década 1840-1850 sirvió de portabanderas
y sintetizador del deseo autonómico manifestado primeramente cuando se
produjo la invasión francesa y frente a los franceses, y posteriormente, sin concretar,
en la revolución liberal de 1820 y en la aparición de los primeros partidarios
de don Carlos.
Durante los años de mandato progresista (1840-1843) hace aparición el
republicanismo como rama radical y desgajada de los progresistas, cuyos componentes
no son sólo republicanos. Además de pretender transformar la forma
institucional, pretenden también transformar la base social del Estado