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Cuando Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches se conocieron en 1890 en Zurcí querían cambiar el mundo. Ambos venían de la Polonia rusa, eran de familia judía y habían entrado en contacto con el movimiento obrero en el instituto. Al alcanzar la mayoría de edad ambos habían huido de su patria perseguidos por la policía secreta. Sin embargo, a pesar de lo mucho que compartían, no podían ser más diferentes en temperamento y carácter. Rosa quería llevar una vida estable, mientras que Leo sólo se sentía a gusto con la maleta permanentemente preparada para la fuga.