Cuando pasan a poder de Castilla a principios del siglo XIII, después de sufrir casi 200 años de devastaciones por parte de cristianos y musulmanes, las tierras de Extremadura y Castilla-La Mancha presentan como rasgos más destacados un escasísimo nivel demográfico, junto a una dispersión y debilidad de los núcleos de poblamiento. Como complemento lógico, se hallan aquí abundantes tierras de pastos, bosques, pozos y abrevaderos que determinarán, en palabras de E. Cabrera, "la preferente dedicación ganadera que se dio a estas tierras", sin olvidar las posibilidades que ofrecía la explotación de los recursos del bosque en aquellas zonas, como Alcaraz, que conservaban abundantes reservas forestales.
Desde el momento de la conquista, la villa de Alcaraz recibe mercedes y privilegios que la singularizan dentro del conjunto de tierras castellanas y manchegas.