Martyrologium Romanum Gregorii XIII. Iussu editum Urbani VIII & Clementis X. Auctoritate recognitum. A Sanctissimo Domino Nostro Benedicto XIV. Pontifice Maximo Aucta & castigata in qua nonnulla sanctorum nomina.
Ex Balleoniana., Venetiis, 1802.
25 x 17 cm. LXXII + 400 pag. a dos tintas.
Un martirologio es un catálogo de mártires y santos de la Iglesia católica ordenados según la fecha de celebración de sus fiestas. La palabra procede del griego martyr, «testigo», y logos, «discurso». Es el libro de los aniversarios de los mártires y por extensión de los santos en general, de los misterios y de los sucesos que pueden dar lugar a una conmemoración anual en la Iglesia católica. El orden que siguen los martirologios es el de los calendarios cristianos. La mayoría de los martirios se dio en las diez persecuciones que sufrieron los cristianos por parte del Imperio romano, en concreto, las de Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximiano, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano. También hubo mártires en misiones a África, Asia o Hispanoamérica y en persecuciones de todas las épocas.
El papa Gregorio XIII (1572-85), una vez consiguió implantar la reforma del calendario que lleva su nombre, se propuso ya en 1580 la publicación de un martirologio Romano oficial: una edición del martirologio susceptible de recibir su aprobación oficial. Nombró para ello una comisión especial, de la cual César Baronio fue de hecho el miembro más preclaro por su erudición y por su eficacia. Después de haber publicado algunos ensayos parciales, salió a la luz pública en Roma, en 1583, el Martyrologium Romanum ad novam Kalendarii rationem et ecclesiasticae histórice veritatem restitutum, Gregorii XIII Pont. Max. iussu editum. Al año siguiente apareció la primera edición oficial, «para la lectura en el coro», autentificada por la constitución apostólica Emendato del 14 de enero de 1584. El papa impone su uso exclusivo. En 1586 se publicó el Martyrologium Romanum cum notationibus Baronii que contiene las fuentes literarias de que se sirvió Baronio para la realización de su trabajo.
El Martirologio Romano tuvo una acogida calurosa. Las reimpresiones cundieron por todas partes, lo cual acarreó la multiplicación de errores. Las ediciones de Urbano VIII en 1630 y de Inocencio XI en 1681 presentan correcciones críticas más o menos felices e incluyen los nuevos santos. En 1748 aparece una nueva edición que lleva el sello de la autoridad de Benedicto XIV, quien se propuso únicamente corregir la obra de Gregorio XIII; interviene él mismo en persona en el trabajo de corrección; con su autoridad de pontífice, de erudito y de jurista toma decisiones respecto de algunos puntos problemáticos; así, suprime algunos nombres (los de Clemente de Alejandría y Sulpicio Severo, entre otros) y retiene otros que algunos discutían (el papa Siricio, p. ej.),