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Maravilloso coleccionable filatélico. Documento completo manuscrito firmado por el ilustre obispo de La Habana Manuel Santander y Frutos.
Fechado en La Habana en abril de 1893. Cuatro páginas de texto. 21x32 centímetros. Otras cuatro firmas. Sobre la admisión al Colegio San Francisco de Sales.
Escrito en raro papel timbrado; x2 Sello 13º - 5 Centavos de Peso. Años de 1892 y 1893. Son dos páginas selladas.
Santander y Frutos, Manuel. Rueda (Valladolid), 9.VII.1835 – Madrid, 14.II.1907. Obispo de La Habana y senador por el arzobispado de Santiago de Cuba.
Nació en la villa vallisoletana de Rueda, segundo hijo del matrimonio formado por Juan José Santander y Jacoba de Frutos.
Manuel Santander realizó los estudios de Teología y Filosofía en el Seminario y en la Universidad de Valladolid.
Obtuvo la licenciatura en Teología en 1857, y el doctorado en 1864.
Ordenado sacerdote en 1859, fue profesor de Teología en el Seminario de Santander (1860) y después en el de Valladolid, destacando su estrecha vinculación con el Seminario vallisoletano, ya que desde muy joven ejerció allí como profesor, más tarde como vicerrector, y finalmente como rector (1882), cargo en el que existió hasta 1887. Respecto a su actividad eclesiástica en la capital vallisoletana, fue cura ecónomo de la parroquia de San Juan (1869), canónigo penitenciario (1871), y arcediano de la Catedral (1884 ).
En marzo de 1887 se le hará para obispo de La Habana, realizando su consagración episcopal el 30 de octubre de ese año, en una brillante ceremonia oficiada en la iglesia parroquial de Rueda.
Con su a La Habana, el 5 de diciembre de 1887, y la toma de posesión de su cargo de obispo, el 6 de enero de 1888, comenzó para Santander su etapa cubana, que emprendió con gran entusiasmo y dedicación.
Convocó cuatro sínodos diocesanos, recorrió la extensa diócesis para conocer de cerca sus necesidades, ayudó a las distintas congregaciones religiosas, y alentó la creación de otras nuevas, como la de las religiosas del Apostolado del Sagrado Corazón, dedicada a la enseñanza.
Como ya hizo en su etapa vallisoletana, dedicó especial atención al Seminario, que se vio afectado por un delicado problema económico y de administración, junto con ciertas deficiencias en el terreno académico y de formación de los futuros sacerdotes.
Las medidas tomadas por Santander para solventar esta situación le llevaron a un gran enfrentamiento con los religiosos paúles, encargados de la dirección del seminario, que abandonaron en 1891.
En 1893, Santander fue elegido senador del Reino, en representación del arzobispado de Santiago de Cuba, tomando posesión de su escaño el 9 de abril de 1894. Posteriormente fue también elegido senador en las legislaturas de 1894-1895, y 1898-1899. Participó activamente en las sesiones del Senado, llevando a la Cámara Alta alguno de los problemas que afectaban a la sociedad cubana, con frecuencia desatendidos por la metrópoli, debido a la complicada situación política de aquellos años. Santander, refiriéndose a Cuba y Puerto Rico, reclamó en el Parlamento la atención a “aquellas islas, porque al fin son provincias españolas”.
Uno de los principales obstáculos que encontró Santander en el ejercicio de sus funciones fue lo que se ha definido como “aplicación abusiva del Patronato Regio en las Antillas”, lo que dio lugar a frecuentes enfrentamientos entre la autoridad civil y la religiosa. Santander experimentó intensamente este problema, enfrentándose a las intromisiones del Patronato —representado por el gobernador general de la isla, o vicepatrono— en asuntos eclesiásticos, y denunciando esta situación en sus informes a la Santa Sede. Fue muy comentado su enfrentamiento con el gobernador y capitán general Weyler entre 1896 y 1897, con motivo del nombramiento de un cargo eclesiástico. Igualmente expuso esta problemática en sus explosiones en el Senado, interpelando en ocasiones al ministro de Ultramar sobre la extensión del Patronato Regio en Indias.
La guerra de independencia de Cuba marcó los últimos años del pontificado de Santander en La Habana.
Su postura ante el conflicto fue inequívocamente del lado español, pues pensó que en el movimiento independentista había gran parte de rechazo a la religión católica, que él como obispo debía defender. Denuncia el “odio contra la religión” de los insurrectos, y escribe encendidas cartas pastorales animando a sus diocesanos a defender su religión, al mismo tiempo que los exhortaba a socorrer a los muchos afectados por los grandes sufrimientos de la guerra.
Tras la derrota de España, Santander presentó su renuncia al obispado. Fue nombrado obispo titular de Sebastópolis, y asistente al Solio Pontificio. Regresó a España en 1900.
Murió en Madrid, el 14 de febrero de 1907. Su cuerpo reposa en la iglesia del Monasterio de Comendadoras de Santiago, en la capital de España.
Fue el último obispo de La Habana española, y también el último senador designado en representación del arzobispado de Santiago de Cuba. Su figura representa el fin de una época de casi quinientos años en que los destinos de la Iglesia en Cuba fueron regidos por la jerarquía presentada por los reyes de España, bajo el sistema del Patronato Regio. También supone el fin de un sistema de representación parlamentaria en el Senado de las antiguas “provincias de Ultramar”.
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