"Vendimia". tinta s/papel pegado a cartón. 30 x 21. 1980. SIN MARCO.
Creo Rodríguez, Francisco. Noia, La Coruña 1910 – La Coruña 1987. Pintor y ceramista. Era hijo de un tallista del que heredó excelentes cualidades para la escultura que, sin embargo, practicó en muy pocas ocasiones a lo largo de su vida, para dedicarse preferentemente a la pintura; sobre todo desde que, en 1934, trabajando como profesor agregado de Dibujo en el Instituto de Noia, conoció a Carlos Maside, figura fundamental de la pintura gallega contemporánea y que estuvo destinado a este centro hasta el comienzo de la Guerra Civil. Después de ésta, Francisco Creo se instaló hasta su muerte en La Coruña, integrándose en la que sería la Generación de la Posguerra, que no llegó a actuar como colectivo, al contrario que la anterior, pero que prosigue realizando una pintura netamente gallega, interesada en reflejar la vida de los marineros, los labradores, los ancianos..., en todo caso, con el mismo lenguaje renovador y vanguardista.
Tras su traslado a La Coruña comienza sus experiencias como ceramista, realizando pequeñas piezas (platos, jarrones...) de gran éxito comercial, pese a su dibujo quebrado, herido, semejante a los grabados de Maside, pero recreando escenas populares para pasar después a cuadros más grandes en los que se reflejan lugares típicos de toda Galicia formados por baldosines cocidos independientemente.
Medallas —como la que le otorgó el Ayuntamiento de La Coruña en 1959 o la de Oro de la Exposición de Artistas Coruñeses en Ferrol un año después— sirvieron para darle un merecido prestigio que le permitió llevar a cabo composiciones de gran envergadura, como el Mural de Gandarío, con más de sesenta metros cuadrados de superficie, para el albergue femenino de Sada, en 1965, o, siete años más tarde, los dos Murales del RCF Deportivo, de más de diez metros de largo cada uno, para la sede del club coruñés, así como multitud de murales cerámicos para locales comerciales de toda La Coruña.
En 1970, el Centro de Iniciativas Turísticas de la ciudad herculina le rindió un homenaje y, al año siguiente, Creo decidió realizar estudios de Bellas Artes, que le permitieron trabajar en sus últimos años como catedrático de Dibujo en un Instituto de Bachillerato.
El último reconocimiento fue precisamente el de su pueblo natal, cuyo ayuntamiento decidió concederle, en 1984, la Medalla de la Villa.