Cabeza de Venus del gran artista Julio Antonio figura fundamental en la renovación de la escultura española de comienzos del siglo XX y autor de una obra que, sin romper con la tradición realista ni recurrir a novedades técnicas o formales, abandonó el anecdotismo y el convencionalismo de los escultores del siglo anterior. Formado en un taller de imaginería, descubrió la estatuaria clásica romana en su región natal y después en Italia, a donde viajó en 1909. Recorrió Aragón, Navarra y Castilla para preparar una ambiciosa serie de bustos-retratos en los que pretendía recoger los distintos tipos humanos del país. Por su sobrio realismo, parte de su obra entronca con la recuperación de la cultura popular que defendían los escritores de la Generación del 98, algunos de los cuales –Azorín, Baroja y, sobre todo, Pérez de Ayala– fueron grandes defensores de su trabajo. Otra parte de su producción, sin embargo, le acerca al noucentisme catalán.