En un cuartucho oscuro cerca de la ventana y en el suelo se hallaba tendido mi padre muy largo y completamente vestido de blanco. Los dedos de sus pies animados por un extraño movimiento se separaban los unos de los otros espasmódicamente mientras las falanges de sus manos cariñosas puestas sobre el pecho en un gesto de suprema resignación permanecían crispadas.