ILUSTRADO. El prólogo es algo así como un hors d oeuvre para abrir el apetito de ágape propiamente dicho. Pero ¿cómo abrir el apetito de un hombre que se ha visto obligado a tragar en la escuela las ciencias naturales como si fuera una medicina cada día una cucharada sopera arrugando la nariz y cerrando los ojos?