Tres extranjeros muertos en la Costa Brava; los tres coloraos como cangrejos y los tres con una inexplicable sonrisa en los labios... El caso parece claro para el cabo de la Guardia Civil Rafael Corrales: tiene que haber sido cosa de las medusas, cuyo veneno no afecta a los nacionales porque tenemos mejor piel. Pero el inspector Sakamura, venerable maestro Zen japonés enviado por la Interpol, sospecha que hay mucho más que eso, y probablemente está en lo cierto: sólo así se explica que el President de la Generalitat, entre accesos de aerofagia, intente por todos los medios estorbar la investigación de la delirante pareja formada por Sakamura y Corrales, para lo cual solicita los carísimos servicios de la sensual Agente 69 y sus portentosas armas eróticas. Entretanto, Paquito, el Presidente del Gobierno Central de Madriz, sospecha que algo huele a podrido en Cataluña, el orondo Lehendakari Satrústegui lo sabe pero se hace el tonto, y la intrépida acción de un komando de Innombrables abertzales desencadena tal emergencia nacional que incluso la galopante crisis económica que sufre el país queda relegada a un segundo plano. Es entonces cuando los miembros del gobierno pierden su sosegado talante socialista y se ven abocados a solicitar el amparo de la biliosa Reina Eusebia I de España, que rige los destinos de la nación desde que el Príncipe don Felipe, harto de las burlas de los republicanos, abdicó para hacerse cantautor acompañado a la bandurria por su esposa Leticia.