Aunque rodado con la corrección, elegancia y frialdad marcas de la casa, este relato a medio camino entre el drama romántico y la película de aventuras cierra sin pena ni gloria la brillante filmografía de su director. Los aficionados al psicoanálisis barato (¿hay otro?) se entretendrán deduciendo que el deseo de Sean Connery de escalar el pico más alto es un intento de sublimar su pérdida de potencia sexual y realizando asociaciones freudianas tan sutiles como piolet = falo. Al resto, es decir a la gente normal, la primera mitad le resultará lo suficientemente aburrida como para que el mínimo suspense posterior le parezca puro Hitchcock. Regular.