La película es un soberano coñazo, morosa y vacía hasta decir basta. Su esteticismo ahoga cualquier intento de profundizacióm en los problemas morales y sentimentales de la pareja inventada por Paul Bowles, de donde se basa la superproducción en cuestión. Bertolucci invadió el inmenso desierto y de último emperador en China se convirtió en emperador en el Sahara. Espectaculares fotos nos brindaba el ¡HOLA! del rodaje. 8 páginas en total llenas de desierto, de Malkovich y la Winger y camellos y más camellos. Arena y más arena. Si David Lean levantara la cabeza ...