(MI-211110)DOCUMENTO DEL CAPITAN D.JOAQUIN JIMENEZ DE ANTA - ESPIA DE FRANCO - DIVISION AZUL

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La última expedición que organizó Jiménez de Anta a la España franquista fue el 15 de septiembre de 1937. Ese verano había conseguido evacuar del Madrid republicano a más de 90 personas y no parecía que las fuerzas de seguridad sospecharan de sus actividades. Al igual que otras veces, un camión de intendencia transportó en plena noche a varios fugitivos que pretendían alcanzar la zona derechista atravesando el Tajo a la altura de Totanes (Toledo).

Al llegar al punto acordado, se encontraron con el guía muy nervioso. La policía había detenido al resto de los guías que solían ayudar a los evadidos y estaba reforzando la seguridad alrededor del río para evitar nuevas evasiones. Él era el único que quedaba en libertad pero no por mucho tiempo ya que su mujer y sus hijos también habían sido arrestados. Horas después, los servicios secretos enviaron por radio la confirmación de la llegada de la expedición advirtiendo que tendrían que buscar nuevas rutas de evasión por el incremento de la seguridad alrededor del Tajo.

Casi simultáneamente, la Brigada Especial de la República se puso tras la pista de la red quintacolumnista. El comisario Fernando Valentí mandaba esta unidad de élite de la seguridad republicana, cuyo principal cometido era desarticular las principales organizaciones clandestinas de Madrid. Valentí y sus hombres habían sido muy eficaces: hasta octubre de 1937 cientos de emboscados habían sido detenidos y juzgados por espionaje. El chivatazo de un carabinero que “supuestamente” colaboraba con la organización alertó a la Brigada.

A partir de ese instante se puso en marcha un despliegue sin precedentes para poder dar con los máximos responsables del grupo. Para ello infiltraron a uno de sus agentes en el Café del Prado, uno de los lugares donde solían reunirse los miembros más jóvenes de la organización. Tras ganarse su confianza, el infiltrado empezó a recopilar datos y direcciones de los miembros de la Quinta Columna. A mediados de octubre comenzaron las detenciones. Los primeros en caer fueron aquellos que se reunían en el Café del Prado, posteriormente los derechistas que se habían introducido en el Sindicato de Enseñanza de la CNT, más adelante Tomás Arenal, el escucha radiofónico y por último los militares del Parque de Intendencia.

A mediados de noviembre casi todos los miembros de la organización habían sido detenidos y trasladados a la calle Serrano 108, la sede de la Brigada donde solían ser interrogados. Los interrogadores utilizaban la tortura y las amenazas para que los quintacolumnistas delataran a sus compañeros, hecho que originó la apertura de un expediente disciplinario a los agentes que se encargaban de obtener información.

El 18 de noviembre, la Brigada Especial ya sabía con certeza que Jiménez de Anta y Rodríguez Aguado eran los dos máximos responsables de la organización. A media mañana, un grupo de agentes se personó en el domicilio de Joaquín ubicado en pleno Barrio de Salamanca. Minutos antes de llegar la policía, el subjefe del grupo había recibido desde el Parque de Intendencia una llamada advirtiéndole de que la policía había ido allí preguntando por él. Abandonó su casa a toda prisa, ocultándose en una vivienda segura del grupo en la calle Espartinas. Para entonces, su madre también estaba en peligro y tuvo que huir de su domicilio.

Durante un mes Joaquín cambió al menos cuatro veces de refugio; la Brigada Especial le pisaba los talones. El comisario Valentí puso precio a la cabeza de los dos máximos responsables del “espionaje enemigo en Madrid”. Por medio de un conocido constructor, muy vinculado a la diplomacia francesa, un coche de la embajada de este país consiguió auxiliar a Joaquín y Antonio trasladándoles el 18 de diciembre hasta la embajada de Turquía donde se esconderían en calidad de refugiados políticos..

Desde allí intentaron organizar a los pocos elementos de la organización que quedaban en libertad y llegaron a enviar a zona franquista un informe detallado de su situación escrito con tinta invisible a través de una valija diplomática. En el interior de la embajada, Joaquín entró en contacto con José María Lezameta, un abogado vasco que aseguraba haber militado en la Falange antes de la guerra. Lezameta, que desde el principio se mostró dispuesto a colaborar, era otro infiltrado de la Brigada Especial que había entrado en la legación turca para informar de los pasos de Jiménez de Anta y Rodríguez Aguado a cambio de 300.000 pesetas y un pasaporte para viajar a Francia.

El 28 de enero de 1938, agentes del SIM (Servicio de Información Militar) irrumpieron de madrugada en la embajada y detuvieron a más de cien personas entre las que estaban los dos jefes de la Quinta Columna. La entrada de las fuerzas del orden en una embajada suponía una clara violación de asilo político, hecho que conmocionó a la opinión pública internacional. La excusa que puso Indalecio Prieto, Ministro de Defensa, fue que desde el interior de la embajada alguien había disparado a un grupo de milicianos. No era cierto. El SIM nunca encontró armas dentro de las instalaciones. El único hecho que motivó el asalto fue la presencia de los dos quintacolumnistas más importantes de Madrid.

Rodríguez Aguado y Jiménez de Anta fueron trasladados a la sede del SIM ubicado en el Ministerio de la Marina, donde fueron interrogados y maltratados. El jefe del espionaje republicano en Madrid, el socialista Ángel Pedrero, llegó a ordenar un simulacro de fusilamiento para que delataran al resto de componentes del grupo. Todos los miembros de la organización fueron juzgados por el Tribunal de Espionaje y Alta traición de Madrid salvo Jiménez de Anta y Rodríguez Aguado que fueron trasladados a Barcelona por ser extremadamente peligrosos. Allí fueron encerrados en diferentes cárceles como los Buques Prisión Uruguay y Villa de Madrid, el castillo de Montuic, la checa de La Tamarita y la cárcel Seminario. En verano de 1938, las autoridades franquistas intentaron canjearles por dos presos republicanos en poder de los nacionales. Con la intermediación de la Cruz Roja, el canje no se pudo llevar a cabo. Rodríguez Aguado murió el 28 de octubre víctima de tuberculosis acrecentada por los malos tratos recibidos durante su cautiverio.

El 24 de enero de 1939, dos días antes de que Barcelona cayera en poder de los franquistas, Jiménez de Anta y otros presos importantes como Rafael Sánchez Mazas fueron evacuados hacia la frontera con Francia como rehenes del SIM. Muchos de los evacuados fueron fusilados en el Santuario del Collel salvo Joaquín y otros dos militares que consiguieron huir aprovechando un descuido de sus captores tras saltar del camión que les transportaba a la altura de Sils (Girona). Durante seis días los tres fugitivos permanecieron escondidos en pleno bosque soportando temperaturas bajísimas. El 2 de febrero, un año después de su detención, Joaquín recobró la libertad al presentarse como quintacolumnista a una avanzadilla franquista en Massanet de la Selva.

Terminada la guerra, recibió numerosas condecoraciones por haber actuado como agente nacional en la retaguardia republicana. Pese a las medallas, al igual que otros espías franquistas, sus actividades no fueron reconocidas por el resto de militares que sí habían luchado en el campo de batalla. Ese recelo entre sus compañeros de profesión y su odio hacia el comunismo motivó que Joaquín se alistara como voluntario en la División Azul en 1942 permaneciendo en Rusia un año y medio en el frente de Leningrado.

Al regresar a España, echó raíces en Barcelona, ciudad en la terminó la carrera de medicina y contrajo matrimonio. En 1953 pasó a la reserva con 45 años para dedicarse exclusivamente a la medicina. En poco tiempo se convirtió en un prestigioso ginecólogo hasta que empezó a colaborar con el Ayuntamiento. En los años 60 fue nombrado concejal y se dedicó a ayudar a los más desfavorecidos, especialmente a las personas sin recursos y enfermos mentales. Murió en 1975 con 67 años y con él murió también su historia durante la Guerra Civil.

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