Título: El Monumento Conmemorativo en España 1875-1975
Autor: Juan José Martín González
Idioma: Español
Edición: Universidad de Valladolid
Año de edición: 1996
ISBN: 84-7762-636-7
Páginas: 214
Formato: 17,00 x 24,00 cm
Encuadernación: Rústica
PRESENTACIÓN
Monumento Conmemorativo, Monumento Público y Escultura Monumental son denominaciones usuales para definir una manifestación artística que cumple la condición formal de ofrecerse exenta y se quiere mantener en la memoria por la ejemplaridad que comporta. De las denominaciones nos parece más adecuada la de Monumento Conmemorativo, porque el término de Monumento ya aporta consideración de obra propia y el de Conmemorativo descubre la intención. De no darse esta circunstancia, se trataría de una obra exenta como pueda ser una escultura. La intención resulta imprescindible. Bien es verdad que los que prefieren utilizar la expresión Monumento Público dan por hecho la intencionalidad ejemplarizante, partiendo de ésta base, las dos denominaciones serían equivalentes. Pero por ser más definitoria utilizamos la denominación Monumento Conmemorativo.
Desde mediados del siglo XIX se produjo en todo el mundo de la cultura occidental un creciente desarrollo del monumento conmemorativo. Grupos escultóricos y figuras aisladas forman legión en Europa y América. Entidades públicas y privadas compitieron en la fabricación de estas obras. Tan desorbitadas llegaron a veces a ser las propuestas, que los concursos convocados e incluso fallados favorablemente no alcanzaron el financiamiento suficiente para su mrealización. Ciudades, regiones y naciones utilizaron el monumento para conmemorar todo lo que estimaran digno de alabanza: hechos de armas, literarios, científicos; personajes esforzados en cualquier campo; virtudes que se estimaban inherentes a un pueblo.
Determinados acontecimientos estimularon la productividad de monumentos. La Gran Guerra de 1914-1918 produjo en las naciones que habían sido víctimas el recuerdo mediante la Tumba del Soldado Desconocido o Monumento a los Muertos. Hay centenares de estos monumentos. Si una población había sufrido grandes daños y tenía un monumento a los muertos, la más próxima no quería ser menos.
Las celebraciones y muy señaladamente las exposiciones universales fueron asimismo circunstancia favorecedora de la creación monumentalista. Barcelona y Sevilla han sido escenario de tales exposiciones y con este motivo en ambas surgieron monumentos de exaltación, siempre dentro de una política urbanística que previsoramente se había establecido. Más modernamente han llegado acontecimientos de interés mundial, como la Exposición de Sevilla y la Olimpiada de Barcelona, ambos en 1992, y el hecho se ha traducido asimismo en la creación de monumentos.
Sin duda este auge de que hablamos está ligado a la expansión industrial novecentista. Todas las artes se han beneficiado de la multiplicación de los medios de producción. Los mármoles de Carrara llegan a América merced a la mejora en el tráfico marítimo; pero la metalurgia supone el impulso del hierro, que favorece no sólo la construcción, sino la misma obra de arte en arquitectura y escultura. Fundiciones de bronce y hierro reciben encargos industriales, pero asimismo artísticos. Centros industriales de fundición se montan en Barcelona y Madrid, pero asimismo se emplean los militares (Ferrol) para satisfacer una demanda artística.
Este auge estuvo propiciado por un ambiente favorable de la crítica y del pueblo como destinatario. No hay sino recordar las inauguraciones de los monumentos para darse cuenta del impacto que causaba la aparición de un monumento público de esta naturaleza.
Pero la imposición del arte abstracto en la escultura vino a representar un recorte para dejarse entender por la opinión llana. Los grandes monumentos se entendían porque se poblaban de retórica; eran descriptivos en sus personajes, en sus inscripciones. En cualquier ambiente se conocía el contenido de un acontecimiento que se trataba de exaltar.
Mas la crítica clamó ante la inmovilidad de la forma que se daba al monumento. ¿No cabía hacerlo aplicando el criterio del arte moderno? Evidentemente se puso en marcha otro tipo de monumento, en el que se ahuyentaba la realidad, la inscripción, el parecido. El monumento había de ser conceptual. La forma era moderna y la idea se alojaba en ella misma. Este es el tipo de Monumento Conmemorativo de niestros días. El contemplador se entiende goza de conocimientos y de formación suficiente para captar el mensaje; pero la gran masa se halla lejos. Lo contrario del monumento anterior. Al pueblo le bastaba con abrir los ojos; intelectualmente bastaba con cerrarlos.
Las últimas generaciones de historiadores del arte han adoptado una actitud repudiadora del monumento conmemorativo que podríamos denominar historicista. Evidentemente la crítica de arte siempre tiene que ser exigente en cuanto a los valores propios de toda obra. Pero una crítica habituada al material del arte de hoy, desasido generalmente de la realidad, y por tanto muy penetrante en las fibras más sensibles de la imaginación artística, pasa de largo ante los monumentos que comentamos.
Sin embargo el reencuentro con estos monumentos queda atestiguado por la bibliografía. Desde hace muy pocos años aparecen libros dedicados a la escultura monumental, al monumento conmemorativo. Pero no es por una actitud conmiserativa, de que todo arte es acreedor al conocimiento. Hay una razón de mayor peso. Arte e historia se atraen. También el arte y la literatura. El mundo interdisciplinar es el nuestro; pero lo ha sido siempre. Un monumento conmemorativo es un trozo de historia. El descubrimiento de América no fue un acontecimiento baladí; tampoco la resistencia a los franceses, ni el hallazgo de la penicilina. Hay fechas, hechos, pueblos y hombres singulares. Y la historia puede hacerse presente, cuando se exalta a un Castelar en las calles de Madrid y se le echa de menos en nuestro Congreso. El monumento es social, no sólo plástica.
Precisamente porque el ambiente se muestra en disposición de recuperar el monumento conmemorativo, se proyecta en este libro una ojeada al panorama español. Madrid y Barcelona acaparan los monumentos conmemorativos. Pero el monumento se expande y alcanza a las grandes y pequeñas poblaciones.
La propuesta apunta a trazar una perspectiva global del monumento conmemorativo. Alejándonos del catálogo, se pone atención en las obras que por su técnica, temática, autor o envergadura establecen hitos fundamentales para comprender la significación del monumento conmemorativo.
Por otro lado se han señalado unos límites en el libro. Se ha establecido los de 1875 para el comienzo y el de 1975 para el final. Son evidentemente fechas relativas y se usan con flexibilidad. El año 1875 representa el arranque de la Restauración, que supuso nueva situación política y económica. El fallecimiento en 1975 del General Franco representa el ocaso de toda una época, en la que el monumento conmemorativo fue objeto de un dirigismo político incuestionable.
ÍNDICE
PROEMIO
CAPÍTULO I. IDEA Y FORMA.
Concepto
Análisis
Tipología
Temática
Materiales
Aspectos sociales
CAPÍTULO II: EL MONUMENTO EN LA ÉPOCA DE LA RESTAURACIÓN. 1875-1900.
MADRID
Personas reales
Episodios históricos
Militares
Políticos
Obras sociales
Literatos
Pintores
El Monumento en la urbanística del jardín
BARCELONA
Monumentos en el Parque de la Ciudadela
Monumentos en la Exposición Universal de 1888
SEVILLA
VALLADOLID
OTRAS POBLACIONES
CAPÍTULO III: EL MONUMENTO EN EL REINADO DE ALFONSO XIII. 1902-1931.
MADRID
Monumentos de reyes
Políticos
Militares
Literatos
Científicos
Artistas
BARCELONA
SEVILLA
ZARAGOZA
OTRAS CIUDADES
CAPÍTULO IV: LA REPÚBLICA. 1931-1939.
CAPÍTULO V: EL MONUMENTO ENTRE 1939 y 1975.
MADRID
BARCELONA
Los años de la postguerra
La época del Alcalde Porcioles
SEVILLA
OTROS MONUMENTOS
EPÍLOGO
BIBLIOGRAFÍA
LISTA DE ILUSTRACIONES