+ Baca-Flor. Hombre singular Alberto Jochamowitz dedicatòria autògrafa a Daniel Devoto 1941 Imprenta Torres Aguirre, Lima, Perú. XVII + 150 p. + 40 láminas fotográficas. Rústica. Muy buen estado, sin nombres, con pequeña falta en la base del lomo. + nota mecanografiada pegada por el lateral izquierdo. 84 euros. (13.962)
Baca-Flor. Hombre singular. Su vida, su carácter, su arte Alberto Jochamowitz.
Carlos Baca-Flor Falcón (1869-1941) fue uno de los grandes pintores académicos peruanos cuyo éxito resonó internacionalmente hasta consagrarlo como un artista de renombre. En su madurez, se convirtió en el retratista predilecto de la élite en Nueva York y París, e incluso fue nombrado miembro de la Academia de Bellas Artes de Francia en 1926. Hijo de madre peruana y padre boliviano, nació en Islay (Arequipa), pero creció y fue educado en Santiago de Chile. Hacia 1882, ingresó a la Academia de Bellas Artes de Santiago en la sección de pintura y destacó a lo largo de su formación, especialmente por ocupar el primer lugar durante tres años consecutivos. Así, hacia 1887, recibió las tres medallas de oro y se hizo acreedor al premio Roma, que consistía en un pensionado ofrecido por el gobierno chileno a sus ciudadanos para financiar los estudios en dicha capital.
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El joven pintor rechazó la oferta chilena con tal de reafirmar su nacionalidad peruana, apenas cuatro años después de haber finalizado la Guerra del Pacífico (1879-1883), de manera que su carrera artística y su identidad experimentaron un giro jamás esperado. Ante la disyuntiva, siguió los consejos de sus maestros en la Academia y se presentó a la Legación peruana para la revisión de su caso, según indica una carta de recomendación escrita por Carlos M. Elías, Ministro Plenipotenciario del Perú en Chile. A través de la misiva, “se informó al Gobierno peruano y al General Cáceres, entonces presidente de la República”, quien ordenó el regreso de Baca-Flor al Perú “con la mira de enviarlo a Roma en compensación del premio al que por patriotismo había renunciado”. El entusiasmo que generó la historia de Baca-Flor en el público peruano, se manifestó en diversas notas de prensa y en una recepción favorable: “la sociedad de Lima recibió al joven con los brazos abiertos. Se le franquearon todas las puertas, hasta las del Palacio de Gobierno”.
Desde aquel instante surgió la posibilidad de realizar el ansiado viaje a Europa para convertirse en una promesa de la pintura peruana, pero esto solo llegó a formalizarse en 1889, tras la aprobación de un pensionado por el Congreso. El año siguiente, Baca-Flor llegó a Roma para destacar en el Regio Instituto di Belle Arti; y tiempo después, hacia 1893, en la Academia Julian en París. Su juventud estuvo dedicada a una práctica constante y un profundo estudio del natural, cuyo resultado fue un conjunto de exquisitas obras pictóricas y escultóricas en las que se manejan diferentes registros, con maestría técnica y refinada sensibilidad. El amor hacia los maestros del Renacimiento italiano, el dominio de una técnica realista, en ocasiones con guiños al impresionismo y hasta una “deuda con respecto a la mirada fotográfica”, demuestran su capacidad para “conciliar la gran tradición pictórica europea con un realismo burgués inequívocamente contemporáneo”. Sin embargo, a causa de las cuitas económicas, Baca-Flor recorrió un arduo y desesperante camino de casi diecinueve años en Europa antes de convertirse en un pintor millonario y reconocido.