En palabras de la escritora y traductora Vivian Eden, Tsalka pinta sus arrepentimientos, sus viejos amores, incluso ciertos objetos... Las pistas de una vida que sufrio una fractura tras otra, no solo por el terrible caos de los años centrales del siglo XX, sino por el esfuerzo de rescatar de este caos algo vivo, vibrante y firme.