EL DESTINO HUMANO. Lecomte Du Noüy. Colección Centauro 72. Editorial Acme 1954, 1ª ed. Buenos Aires

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Editorial Acme, 1954 1ª Edición

Rústica, 220 pags

Poco tiempo después de su edición en inglés se publicó esta versión castellana de un libro que merece relectura, en el contexto de antecedentes sobre la perspectiva bioética. En la tradición de los usuarios más conocidos del término “bioética”, Fritz Jahr y Van Rensselaer Potter, debe destacarse que muchos biólogos y científicos abordaron temas que, sin este rótulo, deben considerarse fuente de argumentos relevantes para la constitución del discurso “pontifical” -de puente entre racionalidades- que caracteriza al pensamiento integrador.

Suele historiarse a menudo la filiación filosófica de la bioética y menos la contribución de biólogos que aportaron una mirada teorética a asuntos luego retomados por los discursos más usuales. En su vertiente “médica”, tributaria de la tradición de Georgetown, es corriente rastrear los orígenes de, por ejemplo, los clásicos principios que se repiten canónicamente: autonomía, beneficencia, no-maleficencia y justicia. En su vertiente “ecoética” o “macrobioética”, es conocido el planteamiento de una ética global, de sesgo utilitarista en Potter y compasivo en Jahr. Es frecuente recordar a Hans Jonas y la “responsabilidad”, entre otros temas de interfaz entre la ciencia y el comportamiento humano, en relación con el medio ambiente y otras especies animales.

Lecomte du Noüy fue un científico francés de notoriedad en su época. Como otros, agregó a sus publicaciones especializadas reflexiones de corte humanístico. Sus trabajos se desarrollaron en muchos campos: las propiedades de la sangre, la curación de las heridas, la biofísica en el Instituto Pasteur de París, los trabajos del matrimonio Curie, entre otros. Al igual que Claude Bernard, a quien suele citarse por su introducción al estudio de la medicina experimental, se lo recuerda más por su obra de divulgación que por sus aportaciones empíricas, al menos en el contexto que aquí nos interesa. Podría hablarse de una dimensión teórica o metafísica del pensar biológico que, en este caso, se transforma en una suerte de manifiesto finalista y cristiano. En su interpretación de la evolución biológica indica que lo humano agrega a los mecanismos de la selección natural y de las mutaciones la cultura y la tradición. De todas las especies animales, solamente la humana transmite intergeneracionalmente su actividad mediante el lenguaje y la escritura. La evolución ya no queda librada a la simple supervivencia del organismo más apto -o, metafóricamente, más libre-, sino a la responsabilidad de la especie humana, que puede escoger seguir evolucionando en la cultura y la moral o retrogradar al plano meramente biológico. Su examen del registro paleontológico y sus indicaciones sobre la evolución humana desembocan en una concepción de raigambre religiosa, advirtiendo que no existe contradicción entre ser creyente y ser científico. Algo parecido a lo que se encuentra en la biografía de Louis Pasteur y con una perspectiva que recuerda al jesuita Teilhard de Chardin y su noción de la “noósfera” como espacio evolutivo propiamente humano. Observa que el público cree muchas cosas que nunca verá, como las partículas subatómicas, y ello le lleva a sostener que la creencia en una entidad trascendente no tiene por qué inmovilizar o alterar el trabajo científico

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