El deber le obligaba a no ceder a los dictados de su corazón. La princesa Isabella estaba convencida de tres cosas:
- Por nada del mundo quería casarse con el jeque al que la habían prometido.
- El hombre que debía escoltarla hasta el altar ocultaba algo más de lo que mostraba su duro aspecto.
- Después de besar a ese hombre, no volvería a ser la misma.