Diputación Provincial de Málaga (Col. Puerta del Mar, 68), Málaga, 2002. 22x16 cm. 160 págs. Rústica con solapas. Cartulina y papel verjurado. A dos tintas. Muy buen estado. // Edición y prólogo de Pere Rovira // Joaquín María Bartrina (Reus, 1850-Barcelona, 1880) se suicidó con 30 años y, siendo uno de los grandes poetas del siglo XIX, tuvo mala fortuna. Autor de un solo libro, Algo, de 1874, pero que tuvo numerosas reediciones hasta los años veinte del siglo XX, en un caso extraño de éxito popular y desdén canónico (desde Menéndez Pelayo a, más sorprendentemente, Dámaso Alonso, autor de los poemillas de la ciudad y las canciones a pito solo), es el autor de unos versos felices que con frecuencia se atribuyen (hasta en eso tuvo mala suerte) a Campoamor: «Si quieres ser feliz, como me dices,/ no analices, muchacho, no analices». Antirromántico, escéptico, realista, positivista insatisfecho, irónico y agudo, su prosaísmo cientificista parece a veces presagiar vientos pre-futuristas. Es autor también de una estrofa que recuerdan algunos nostálgicos: «Oyendo hablar un hombre, fácil es/ saber dónde vio la luz del sol;/ si os alaba a Inglaterra, será inglés,/ si os habla mal de Prusia, es un francés,/ y si habla mal de España, es español». No es poco para un poeta del XIX que además ensayó la invención de un tipo de poema corto que llamó arabescos (o íntimas). Una de estas últimas dice: «Si yo quisiera matar/ a mi mayor enemigo/ me habría de suicidar». Si como poeta fracasó, como vate no. Camuflado en el inmenso campo de la poesía decimonónica, agostada en las praderas del retoricismo (latidundio que Valera disecó en su florilegio o funeherbario), la suya sigue viva. Será por algo... //