Ni más ni menos. - DÍEZ-CRESPO, Manuel.-

Autor: DÍEZ-CRESPO, Manuel.-

Ayuntamiento de Sevilla (Col. Compás, 7), Sevilla, 1983. 21x13 cm. 48 págs. Rústica. Diseño de cubierta de Joaquín Saenz. Muy buen estado. // Primera edición // Premio Luis Cernuda 1982 // «Manuel Díez-Crespo (Écija, Sevilla, 1911-Madrid, 1993). Poeta y periodista. Estudió Derecho en Sevilla y Filosofía y Letras en Madrid. Fue uno de los editores de “Hojas de Poesía”; también encontramos su firma en “Ardor”, en “Isla” y en “Nueva Poesía”. El año 1935 lo pasó en Toulouse, donde fue lector de español. Durante la guerra civil abrazó la causa franquista; dirigió el diario sevillano “F.E.”, y protegió a Guillén, del que había sido discípulo. La mayor parte de su obra poética la publicó con posterioridad a la contienda. “La voz anunciada” (Madrid, 1941), con prólogo de Fray Justo Pérez de Urbel, es consecuencia de su compromiso bélico. Su mejor libro es “Memorias y deseos” (Madrid, Editora Nacional, 1951) (...) Ejerció la crítica teatral en los diarios madrileños “Arriba” y “El Alcázar”. Durante los años finales de su vida publicó en ABC de Sevilla una serie de artículos sobre sus años juveniles, recopilados póstumamente en el volumen “Diván meridional” (Sevilla, 1995), prologado por Aquilino Duque» [Bonet, “Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936)”, pág. 205] // «Nosotros somos. Somos porque hemos sido,/ Porque hemos llorado,/ Porque un amor nos da siempre la memoria/ Eterna del ser./ Esto lo comprende el árbol,/ El palomo, el cochero, la torre,/ La fuente, la campana, el seise./ ¿Hubo llanto? Sí, hubo vida./ Y a esa vida me agarro para cantar./ Y porque hemos sido, seremos más./ Dios nos escucha, y la raíz se estremece./ No hay fábula. Es nuestra eternidad/ Llorando su pasado,/ Porque nosotros, tal vez, hemos querido/ Pedirle al universo unas razones/ Que el universo no puede darnos en la tierra./ Por eso, si Dios es la armonía de la creación,/ Los hombres han sido los creadores del caos./ De ahí que hoy, en esta taberna,/ En este pequeño sol, hayamos cambiado los harapos/ Por unas ramas verdes./ Y de esta suerte, sin más explicaciones,/ Sencillamente con amor,/ Hemos llegado a comprendernos./ ¡Salve!» //