JULIO VERNE
PARIS EN EL SIGLO XX
EDITORIAL PLANETA AÑO 2005
TAPA DURA CON SOBREUBIERTA BUEN ESTADO.
GASTOS DE ENVIO CERTIFICADO 7€
Sea como fuere, Julio Verne sigue asombrando, por sus certeras predicciones que vio con más de un siglo de antelación. Adivinó que las grandes ciudades del futuro estarían iluminadas por luces eléctricas de gran potencia. Profetizó la llegada del hombre a la Luna un siglo antes de que el Apolo XI lo hiciera realidad.
En su obra París en el siglo XX, que finalmente fue publicada en 1994, Julio Verne nos habla de un mundo puesto al servicio del dinero, donde la gente viviría preocupada por las cotizaciones en la Bolsa, en donde la educación y la tecnología no estarían al servicio del conocimiento, sino de la acumulación financiera. Pero esta novela también se refiere al «telégrafo fotográfico», el cual «permitía enviar a cualquier parte el facsímil de cualquier escritura, autógrafo o dibujo, y firmar letras de cambio o contratos a 10 mil kilómetros de distancia». Y describió además que «la red telegráfica cubría ya la superficie completa de los continentes y el fondo de los mares.»
El relato transcurre en París, en 1960, y el protagonista es un joven intelectual, Michel Jérôme, que malvive en una sociedad mecanizada, que le tacha de inútil por amar la lectura y las lenguas clásicas. «No quiero talento, quiero capacidades», ese es el lema de los que triunfan y Michel Jérôme no es uno de ellos. Al ganar un premio por escribir un verso en latín, el protagonista es abucheado por los descontentos con el amor hacía la poesía clásica de su compatriota. A través del resto de la novela, el joven Michel trata de hallar un lugar dentro de la industrializada e insensible sociedad parisiense de los años sesenta.
Así de pesimista se mostraba Verne ante el futuro y, viendo la situación en la que se encuentra la humanidad en nuestros días, tampoco iba mal encaminado en este punto. Sin embargo, por lo que verdaderamente llama la atención esta obra, es por la detallada descripción que en ella se hace de los cambios producidos en la capital francesa. Según el autor de Viaje al centro de la Tierra, los parisinos viajaban de un lado a otro de la ciudad en un ferrocarril metropolitano formado por cuatro círculos concéntricos. La gran ventaja de este medio de locomoción era que, al no tener locomotora, las casas colindantes no tenían que sufrir ruidos o malos humos.
![]() Ilustración original de París en el siglo XX por François Schuiten. © Editorial Hachette, Francia |
Al caer la noche, las farolas resplandecían en todas las calles, iluminando las tiendas más suntuosas. Todo esto, claro está, lo imaginó varios años antes de que sucediera. Y ahí no queda la cosa. El hombre que predijo los viajes a la Luna, ideó un planeta cableado por el telégrafo, en el que se podían enviar mensajes y fotografías por fax. Junto a todos estos adelantos beneficiosos también había objetos tan escalofriantes como la silla eléctrica.
Veamos con detalle las predicciones que con un siglo de anticipación hizo Julio Verne en su novela París en el siglo XX, con respecto a la capital francesa en 1960, a quien ve así:
Los ferrocarriles pasarán de las manos de los particulares a las del Estado.
Aunque ya nadie leía, todo el mundo sabía leer.
No había hijo de artesano ambicioso, de campesino desplazado, que no pretendiera un puesto en la Administración.
El latín y el griego no sólo eran lenguas muertas, sino enterradas.
¡Qué posición en cambio la de los señores titulares de ciencias y cuán distinguidos eran sus monumentos!
La mayor parte de los innumerables coches que surcaban la calzada de los bulevares lo hacían sin caballos; se movían por una fuerza invisible, mediante un motor de aire dilatado por la combustión del gas.
Tiendas ricas como palacios donde la luz se expandía en blancas radiaciones, esas vías de comunicación amplias como plazas, esas plazas vastas como llanuras, esos hoteles inmensos...
Lo importante no era alimentarse, sino ganar con qué alimentarse.
Serás mayor de edad a los dieciocho.
Se comprende que en esa época de negocios el consumo de papel aumentase en proporciones inesperadas (...); los bosques ya no servían para calefacción, sino para la impresión.
Ya no hay mujeres (...) se han pasado al género masculino y ya no merecen la mirada de un artista ni la atención de un amante.
¡Concierto eléctrico! ¡Y qué instrumentos! (...) doscientos pianos comunicados entre sí a través de una corriente eléctrica tocaban juntos de la mano de un solo artista.
Ya no cortaban la cabeza a nadie. Le fulminaban con una descarga.
A pesar de que Julio Verne terminó la obra en 1863, su editor, Jules Hetzel, se negó a publicarla porque la consideraba demasiado negativa. Así es que la humanidad tuvo que esperar hasta 1994 para leer este auténtico prodigio de la inventiva.