Derrotados en la Gran Guerra y «reciclados» en los años de entreguerras, los generales alemanes iban a sorprender a propios y extraños en los tres o cuatro primeros años del segundo conflicto mundial, en que aplicaron una nueva forma de hacer la guerra, la Blitzkrieg, que fue capaz de dejar fuera de combate a ejércitos tan poderosos como el francés en apenas dos meses. Cuando cambiaron las tornas en favor de los Aliados, esos mismos generales demostraron ser también unos excelentes defensores.