Todos nuestros miedos están vinculados unos con otros en secreta genealogía: y, sea cual sea su objeto inmediato, oculto o aparente, todos tienen en común el negro presentimiento del peligro inminente: todos derivan su origen, en herencia ininterrumpida, de la primera pérdida de seguridad en el trance del nacer: y todos prefiguran, con velada pero cierta profecía, el último trance del morir. La inseguridad causada por el primer nacimiento queda transferida al segundo nacimiento a la vida futura. Nadie sabe exactamente lo que le aguarda al dejar este mundo, como no sabía lo que le aguardaba cuando vino a él: y, así, la inseguridad de la muerte resulta ser la contrapartida de la inseguridad del nacimiento, y la vida humana queda acotada entre estas dos supremas inseguridades. El hombre y la mujer nacen en un mundo extraño, y lo dejan por otro más extraño aún, siempre bajo el signo de lo desconocido. El miedo a la muerte, alimentado por todos los miedos menores a lo largo de toda una vid Todos nuestros miedos están vinculados unos con otros en secreta genealogía: y, sea cual sea su objeto inmediato, oculto o aparente, todos tienen en común el negro presentimiento del peligro inminente: todos derivan su origen, en herencia ininterrumpida, de la primera pérdida de seguridad en el trance del nacer: y todos prefiguran, con velada pero cierta profecía, el último trance del morir. La inseguridad causada por el primer nacimiento queda transferida al segundo nacimiento a la vida futura. Nadie sabe exactamente lo que le aguarda al dejar este mundo, como no sabía lo que le aguardaba cuando vino a él: y, así, la inseguridad de la muerte resulta ser la contrapartida de la inseguridad del nacimiento, y la vida humana queda acotada entre estas dos supremas inseguridades. El hombre y la mujer nacen en un mundo extraño, y lo dejan por otro más extraño aún, siempre bajo el signo de lo desconocido. El miedo a la muerte, alimentado por todos los miedos menores a lo largo de toda una vid