MANOLO GIL PÉREZ (Valencia, 1925-1957)
Formas dinámicas espaciales, 1956-1957
Collage sobre papel
14 x 21 cm
A principios de 1956 el artista valenciano Manolo Gil (1925-1957) conoce al escultor vasco Jorge Oteiza (1908-2003). Con él entabla una intensa amistad y, juntos, llegan a firmar un manifiesto artístico. Esta relación con Oteiza supone un giro radical en la producción de Gil, a partir del cual abandona completamente la representación figurativa y comienza a indagar en torno a la descomposición serial de figuras geométricas.
El encuentro con Jorge Oteiza se produce en la convocatoria para la decoración de la Universidad Laboral de Tarragona. Ambos son invitados, junto a otros ocho artistas, a realizar una serie de murales. Finalmente Gil, por cuestiones presupuestarias, no hará la intervención. Su amistad se cimenta a través de cartas. En la Fundación Oteiza de Alzuza (Navarra) había constancia de cuatro cartas de Gil dirigidas a Oteiza, y durante la preparación de la muestra en la galería ha aparecido una docena de cartas inéditas de Oteiza a Gil. Aunque esta breve, pero fructífera relación personal, intelectual y artística se fortaleció a través de la correspondencia, también hay constancia de una visita del valenciano al estudio madrileño del maestro vasco. En las biografías de Oteiza no encontramos ninguna información sobre su nexo, pero la importancia del mismo la demuestra el manifiesto que firman conjuntamente, Teoría del espacio trimural o Análisis de los elementos en el muro o plano. Los collages de Manolo Gil que conforman esta exposición en la galería José de la Mano fueron creados en el contexto de esta camaradería.
El trabajo de Gil a mediados de la década de los cincuenta es figurativo. Su “pintura mística” está entre los pintores del Quattrocento y el homenaje a la pintura precolombina que podían abanderar Maruja Mallo o Joaquín Torres-García. A partir del encuentro con Oteiza busca otro lenguaje, busca la “pintura absoluta”. En el mural que realiza para Wagons-Lits en Barcelona encontramos ese debate entre la pintura figurativa y la no figurativa. A finales de 1956 y a principios de 1957, investiga mediante collages y ceras sobre papel. Son las series Cartillas de figuras, Estudios de formas o Formas dinámicas. Algunos de estos trabajos pasarán al lienzo. En ellos encontramos a Malévich y, por supuesto, los juegos espaciales de Oteiza. Pese a la admiración al guipuzcoano, ésta no es incondicional a diferencia de otros artistas de la época. “Gil estaba influenciado por Oteiza pero no le admiraba ciegamente”, comenta Jon Echeverria, comisario de la muestra y Doctor en Humanidades (especialidad en Estética y Teoría del Arte). Algunos pasajes de sus Escritos sobre arte señalan: “Lástima que no sea tan buen maestro como escultor. Él cree estar preparado para un trabajo en equipo, tal vez esto sea en realidad, pero a mí me parece que trabajar en equipo con él sería únicamente ayudarle en el sentido material, es decir, hacer de picapedreros de Oteiza”. Aunque en la misma página podemos encontrar fascinación. “En realidad, lo formidable de Oteiza es que hace y deshace al mismo tiempo y consigue unos monolitos de un carácter fantástico y altamente mágicos y misteriosos, precisamente por su frialdad y dureza”, escribe Gil. En esa época, el propio Oteiza afirma, sobre su relación con Manolo Gil, que se concretó “en un propósito experimental en el que yo me encontraba y que Manolo rechazó en un principio. Yo le pedí su colaboración y fue muy importante lo que, juntos, fuimos redactando sobre un control espacial de las formas”. Simultáneamente, Gil afirma “él [Oteiza], tiene mucha razón cuando dice que hay que experimentar seriamente antes de hacer cosas monumentales (a menos que estas cosas sean en sí un experimento)”. Según recuerda Jon Echeverria, tras conocer a Oteiza, Gil decide sistematizar sus reflexiones. “Pienso llevar un diario estético con la crítica de la labor artística que vaya produciendo. Esto me obligará a reflexionar más sobre las cosas […]. Tengo 31 años y a los 36 me gustaría saber pintar y estar decidido respecto a cosas de las que hoy no sé qué pensar”. Son meses agitados también para Oteiza. La iglesia prohíbe su propuesta de apóstoles para la basílica de Arantzazu por ser “demasiado abstractos” y es en esa época, en la que su amistad con Gil se intensifica, cuando está preparando su participación en la IV Bienal de São Paulo donde, finalmente, obtendrá el premio al mejor escultor extranjero.
Sin el fallecimiento repentino de Gil el 31 de agosto de 1957, estos collages que ahora ha reunido la galería José de la Mano por primera vez, adelantan lo que podría haber sido una carrera, aún más prometedora, de un pintor figurativo en busca de la abstracción. “Ahora necesito pintar y salvarme, Jorge. La teoría me ha servido para crearme un estado de angustia que he de realizar (…). La teoría es mi vómito, de momento. Tal vez con esto, me cure de algo”, escribe Gil a Oteiza en las Navidades de 1956, en pleno proceso de estudio sobre la abstracción. Jon Echeverria señala que “la obra no figurativa de Gil constituye una pequeña parte de su producción y está datada entre finales de 1956 y agosto de 1957. Es de un interés innegable”.