Este es un clásico de 1980, una historia inquietante y divertida para los primeros lectores. A la vez, es una llamada de atención a los adultos que están tan ocupados en sus cosas que no atienden las necesidades afectivas de los niños. A pesar de que Bernardo avisa a sus padres de que hay un monstruo a punto de comérselo, nadie le hace caso. En el colmo del absurdo, el monstruo llega a ocupar el lugar del niño en el hogar, sin que nadie más de la familia se dé cuenta y persistan en ignorarlo, como hacían con el niño.