En esta novela, Andreas Maier describe la completa autodestrucción de un idilio familiar de una manera altamente cómica y abismal. Los antepasados solían beber sidra de manzana casera en un ambiente aparentemente acogedor, rodeados de árboles frutales, gallinas y cabras. Sin embargo, en generaciones posteriores, todo gira en torno a herencias, una enorme propiedad, una oficina de conservación de monumentos maliciosa con un operador de excavadora, niños extraños y nietos caóticos. En algún momento, el narrador, nacido en 1967, se da cuenta en nombre de su generación: 'Somos los hijos de los niños silenciosos'. La comprensión de la propia historia familiar comienza frente a una lápida, muy lejos de la ciudad de Friedberg en Wetterau.