Jemima Carlisle se enfrenta a una serie de contratiempos: la despiden, no tiene dónde vivir y su padre está en bancarrota. Decide mudarse a un pueblo, alquilar una habitación en la casa del vicario y trabajar en la cafetería local, pero la vida tranquila que esperaba no se materializa. El pueblo es un centro de establos, con un par de favoritos para el Grand National, y Jemima odia los caballos por una razón muy personal. Además, la apertura de una librería local la lleva directamente a la controversia del pueblo. Blanco de la fatwa de un grupo, confidente de los oscuros secretos de la esposa del vicario y mediadora en una relación tormentosa, Jemima se enfrenta a la llegada de su padre con una nueva estafa para hacer dinero y a los intentos de varios jinetes locales por cambiar su opinión sobre las carreras de caballos, lo que la lleva a comprender que nunca hay que precipitarse a sacar conclusiones.