Elyria decide abandonar su vida en Manhattan y toma un vuelo a Nueva Zelanda sin avisar a su familia. Mientras su marido intenta averiguar qué ha pasado, Elyria se adentra en lo desconocido, probando el destino haciendo autostop, dejándose llevar por la vida de extraños y durmiendo en campos, bosques y parques públicos. Sus encuentros arriesgados y a menudo surrealistas con la gente y la vida salvaje de Nueva Zelanda la impulsan a profundizar en su mente deteriorada. Atormentada por la muerte de su hermana y consumida por una violencia interior, su creciente rabia permanece tan expertamente oculta que aquellos que la conocen no perciben nada malo. Esta discordancia entre su realidad interior y exterior la lleva a otra obsesión: si su verdadero yo es invisible e incognoscible para los demás, ¿está siquiera viva? Las decisiones que toma Elyria en su viaje se ven reflejadas en las decisiones que Catherine Lacey toma en la página. Con una prosa urgente y en espiral, Lacey recorta la rabia dentro de Elyria y expone la ansiedad muy real y muy reconocible de la condición humana. Y, sin embargo, de alguna manera Lacey se las arregla para burlarse de su implacable timidez, su búsqueda de alto riesgo del oscuro corazón del yo. Con el espíritu de Haruki Murakami y Amelia Gray, 'Nobody Is Ever Missing' está lleno de humor mordaz y percepciones asombrosas, mientras Elyria vacila entre la obsesión y el entumecimiento ante el amor, la pérdida, el peligro y el autoconocimiento.