En un pueblo donde mucha gente pobre sufre y donde hay muchas miserias, una golondrina que se quedó atrás después de que su bandada voló a Egipto para el invierno, se encuentra con la estatua del difunto "Príncipe Feliz", quien en realidad nunca ha experimentado la verdadera tristeza, porque vivía en un palacio donde no se permitía la entrada a la tristeza. Viendo varias escenas de personas que sufren en la pobreza desde su alto monumento, el Príncipe Feliz le pide a la golondrina que tome el rubí de su empuñadura, los zafiros de sus ojos y la hoja dorada que cubre su cuerpo para dárselos a los pobres.