En el corazón de la historia familiar de la narradora, la ropa juega un papel central. Por un lado, la tienda de su inconsolable abuela, poblada por los fantasmas de la Shoah, y por otro, los personajes extravagantes que, dando la espalda a la tragedia, se entregan al juego de su época antes de ser superados por el éxito. Entre ellos, una joven quiere existir sin renegar de sus orígenes y los evoca con una sensibilidad aguda. El fin de un mundo, y quizás el verdadero fin del Yiddishland.