Banco de Valls , Valls 1882 ,Acción


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Notascript . Una título de una acción al portador de 500 Pesetas del "Banco de Valls SA" Valls 1882. Estado (opinión): Bueno (F). Cortes o roturas : relevantes no tiene, manchas en margen derecho .Sin cancelar, gran cantidad de cupones permanecen sin cortar (ver ilustración). Tres firmas manuscritas con la del presidente en el centro.Tamaño: 35,8 cm/23 cm ( promedio o promedio/grande ,tamaño del documento principal sin contar los cupones).Impreso por :P.Serrallonga.Papel con marca de agua.

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Banco de Valls (1881-1968)

La creación

El Banco de Valls se constituyó el 23 de noviembre de 1881 en un acto celebrado en el Ayuntamiento de la capital del Alt Camp, presidido por el alcalde. El promotor de la iniciativa fue Josep Castellet Sampsó, abogado y diputado en las Cortes españolas por el distrito. A su alrededor se reunieron una cincuentena de personas: propietarios, industriales, miembros de profesiones liberales, bien representativas de lo que era la sociedad acomodada y emprendedora de Valls.

De acuerdo con los estatutos, el Consejo de Administración o Junta de Gobierno (1881) estaba formado por quince miembros, entre los que se encontraba un presidente, un vicepresidente, tres directores y diez vocales:

Presidente – Josep Castellet i Sampsó

Vicepresidente – Albert Dasca i Olivé

Directores – Enric Deu i Comas; Joan Ramon Coll y de Baldrich; Josep Vilalta y Amenós

Vocales - Andreu Piñol; Josep Maria de Pallejà y Bassa; Josep Rosich y Escofet; Ignacio Ferrés i Solé; Josep Morell; Joan Martí i Grau; Manuel Batlles; Pere Molet i Torner; Josep Grau i Pallàs; Josep Maria de Veciana y de Berenguer

La responsabilidad ejecutiva recaía en los directores, quienes tenían un administrador -Lluís de Veciana y Bassa- a sus órdenes, así como un secretario -Josep Caylà i Miracle-. El primer presidente será su promotor, Josep Castellet.

La sociedad se constituyó con un gran capital: diez millones de pesetas, representado por 20.000 acciones de 500 pesetas cada una. Pero sólo se pusieron en circulación la mitad de estas acciones, mientras el resto quedaba en cartera. A la hora de constituirse el banco, los administradores pidieron el desembolso del 5% de las 10.000 acciones suscritas. Los diez millones previstos se convertían así en unas modestas 250.000 pesetas.

Adaptándose a las circunstancias (1882-1905)

La coyuntura, los hombres y la organización

Acción del Banc de Valls, 1882.

La constitución del banco coincidió con las últimas semanas de 1881, que es el de la Fiebre de Oro, cuando la euforia económica domina sobre todas las otras posibles actitudes. Pero las oficinas del banco no abrieron hasta el primero de enero de 1882. En estas pocas semanas, la coyuntura ha cambiado: hay una baja general de la Bolsa y ha terminado la etapa especulativa. El primer problema con el que se encontró el banco, como consecuencia de este cambio, fue la oposición de los accionistas al pedir a los directores un desembolso de un segundo dividendo pasivo del 5% del capital suscrito, una petición razonable. Se comprobó como varios de ellos habían hecho la suscripción sin el dinero necesario para atender estos dividendos, ya que confiaban en vender antes las acciones con una importante plusvalía. Estos accionistas llegarán a pedir la liquidación del banco cuando vieron que fracasaba su planteamiento especulativo.

Obligación, 1882. El Banco de Valls emitirá obligaciones al porteador que se utilizarán como si fueran billetes.

La petición del dividendo pasivo no fue atendida por todos, y entre quienes no la atendieron había cinco vocales del Consejo: Dios, Rosich, Batlles, Pallejà y Morell. La Memoria hace constar que ninguno de ellos tenía su residencia en Valls, para demostrar su diferente naturaleza. En aplicación de los estatutos de la sociedad, sus acciones se considerarán caducadas y declaradas nulas, con pérdida del 5% que habían aportado. Los consejeros afectados dimitieron, enojados, en medio de una gran pelea personal. Fue necesario el nombramiento de otros cinco vocales, más responsables, que serán Rafael Castelltort, Joan Martí y Durban, Francesc Tomàs y Dasca, Faustí Freixa y Ortega y Pasqual Borrell. Pero pronto se añadirán nuevas dimisiones de miembros de la Junta de Gobierno, oficialmente justificadas "por sus muchas ocupaciones", como la de Joan Martí y la de Francesc Tomàs. El movimiento de altas y bajas en la Junta de Gobierno en estos primeros años es una expresión de la debilidad del banco.

En 1886 será nombrado consejero Laureà Figuerola. Morirá en 1889 y la Memoria del Banco de Valls recoge que “desempeñó con el mayor celo el cargo” (Memoria de 1889). Lleva el mismo nombre del que será ministro de Hacienda en el gobierno revolucionario de 1868 e introductor de la peseta, como unidad monetaria española, nacido en Calaf y fallecido en 1903.

En 1888 dimitió el presidente, Castellet, por considerar que el cargo era incompatible con sus actividades políticas, que le hacían estar mucho tiempo lejos de Valls. Le sustituirá Joan Ramon Coll y de Baldrich, un abogado y propietario. Tendrá que hacer frente a unos años malos para la comarca y el banco. Según un testigo, en 1892 Baldrich puso toda su fortuna a disposición del banco y consiguió superar el mal momento, provocado por una fuerte baja del precio del vino y de los frutos secos (Francesc Costas, “El centenario del Banc de Valls”, Cultura , noviembre de 1981, núm. 402). Después, entre 1893 y 1895, llegará la filoxera al Alt Camp que representará la muerte de todas las cepas y una replantación con pies americanos, lo que exigirá un gran esfuerzo financiero.

Josep Dalmau i Sanromà, uno de los directores del Banc de Valls (Ilustración Catalana, 1911).

Baldrich será presidente hasta 1905, año en el que murió. En el Consell había este año: tres industriales textiles -Albert Dasca, Josep Dalmau y Lluís Tomàs-, dos comerciantes en vinos -Josep Català y Josep Magriñà-, dos harinaires -Francesc Ribas y Romà Ribas-, tres industriales de la piel -Daniel Castelltort, Rafael Martí y Josep Monserrat-, y dos abogados -Ferrer, Francesc Dasca-. El administrador -Antoni Massó- era licenciado en ciencias y el secretario -Josep Caylà- abogado. Todos eran propietarios, por lo que tenían terrenos urbanos o rústicos con viñedos.

Antes de 1889 se abrió lo que llaman una “delegación” en la ciudad de Tarragona, equivalente a una sucursal. Dos años después —1891— algo ocurrió allí, unos actos que la Memoria califica “de verdadera imprudencia, cometidos en sus oficinas”. Por este motivo, habrá una retirada masiva de depósitos de la oficina, hasta que la situación se tranquilizó.

Al cierre del primer ejercicio completo (1882) se publicó la Memoria correspondiente. La segunda es conocida por una transcripción.

Vienen entonces cinco ejercicios de los que sólo existen referencias indirectas. Se reanuda la publicación de las Memorias en 1889 y se vuelve a interrumpir en 1894. Hasta 1902 no volvemos a tener documentación impresa y completa del banco.

Las acciones del banco cotizaban en Valls y en la bolsa privada de Reus.

Obligaciones del Banc de Valls, emisión 1892.

Fondos propios y resultados

Los fundadores pusieron muy alto el listón, cuando fijaron el capital del banco. Deberán pasar ochenta y dos años para que el Banc de Valls alcance los diez millones de pesetas previstos en su constitución. Cuando se creó, se emitieron acciones por un nominal de 5 millones y se desembolsó el 5%. La exigencia de un segundo 5% provocó graves problemas entre los accionistas, como se ha dicho, y que el banco inicie su marcha debiendo comprar acciones propias para dar salida a unos accionistas. Una Junta extraordinaria de accionistas, celebrada el 30 de octubre de 1882, permitirá a la Junta la compra o amortización hasta la mitad de las acciones del banco y precisará que éste sólo puede venderlas a la par, sin plusvalías. Se quería evitar que vieran una especulación de la Junta de Gobierno. Un año y medio más tarde (1884) se canceló el acuerdo y se decidió que las acciones se vendieran "al tipo más ventajoso" (Memoria de 1883).

A finales de 1882 se anunció el cobro de un dividendo pasivo del 15% sobre el nominal de las acciones, quedando así desembolsadas en el 25%. La Junta de Gobierno manifiesta que no pedirán más y “se congratula por ser un hecho que debe influir en beneficio de los tenedores de las acciones del Banco” (Memoria de 1882). Frenar el aumento de recursos propios era lo que esperaban los accionistas. El capital realmente aportado al finalizar el primer año es de 531.125 pesetas.

En los años siguientes la Junta hará grandes esfuerzos por ir colocando acciones, que se ha visto obligada a comprar para evitar problemas. En 1905 el capital real del banco corresponde a 7.830 acciones en poder de particulares, desembolsadas en el 25% y con unos recursos aportados de 978.750 pesetas. Se han creado unas reservas de forma que los fondos propios superan ligeramente el millón de pesetas.

Banco de Valls. Rentabilidad de la acción, 1882-1905.

Los resultados fueron muy irregulares: en el primer año permitieron repartir un 6% de dividendo a los accionistas, que bajará al 2,5% al ​​año siguiente. Después, cinco años sin rentabilidad para las acciones, hasta que la buena marcha de la Sociedad Arrendataria de Servicios permitió un nuevo reparto en 1889. Pero los beneficios y dividendos adelgazan los años siguientes. En 1905 el panorama no es esperanzador: “grave crisis industrial que atraviesa esta plaza”, mientras los agricultores están “exhaustos después de los grandes gastos que representa la replantación” de las cepas, fallecidos por la filoxera (Memoria de 1905) .

Depósitos y obligaciones

El banco confiaba en el capital como su principal recurso financiero, pero el que finalmente se desembolsó era muy inferior al previsto. Para compensar este déficit y vista la necesidad de dinero, se acordó en 1882 una emisión de obligaciones, de acuerdo con el artículo 2 de los estatutos. Se trataba de títulos al portador, amortizables a los diez años, que pagaban un interés del 1% anual. Este interés, claramente por debajo del mercado, se explica si se tiene en cuenta que las obligaciones se utilizarán como si fueran billetes de banco, como medio de pago, ampliamente aceptado. Por ello, las obligaciones fueron suscritas sin dificultades. En 1891, y teniendo en cuenta que al año siguiente la primera emisión llegaba a su vencimiento, se acordó una segunda emisión de obligaciones, por diez años más y con tan sólo un medio por ciento de interés anual, esta vez.

Los depósitos tenían tres modalidades: depósitos en efectivo, o sea en moneda de oro o plata, cuentas corrientes ordinarias y cuentas corrientes de la clase obrera. Esta última modalidad correspondía al servicio tradicional de las cajas de ahorros, permitiendo el ingreso y el reintegro de pequeñas cantidades y dando más rendimiento al dinero ingresado. La importancia de este ahorro de la clase obrera será relativa al principio, pero pasará a ser el primero y el mayoritario en los últimos años de esta etapa (ver cuadro).

La evolución de los depósitos, y sobre todo la de las cuentas corrientes ordinarias, está fuertemente condicionada por la marcha de la industria, por las cosechas y por el precio de los productos tradicionales del campo: vino y almendras, en primer lugar. El Alt Camp es una comarca que desde muy pronto ha desarrollado una industria algodonera y una de curtiduría, pero la viña, los almendros y los avellanos son los productos básicos del campesinado. En 1892 se da una fuerte baja de cuentas corrientes, que la Memoria vincula a la crisis económica "que atraviesa el país, especialmente la agricultura, fuente principal de la riqueza de esta comarca" (Memoria de 1892).

En 1905 se cierra con unos depósitos de poco más de dos millones y medio de pesetas. Más de la mitad corresponden a las “cuentas corrientes de la clase obrera” o cuentas de ahorro.

Inversiones

Créditos

La inversión en créditos resulta imposible de fijar exactamente, ya que el balance sólo da los créditos hipotecarios y personales con garantía, mientras los efectos comerciales descontados, la cartera de valores públicos, las acciones no emitidas -5 millones de pesetas- y las acciones propias figuran integradas en una cuenta general de cartera, sin detalle. La cifra que figura en el cuadro corresponde, por tanto, sólo a las operaciones de crédito hipotecario y con aval personal.

La llegada de la filoxera provocará la muerte de todas las cepas de la comarca, una auténtica catástrofe. Afortunadamente, cuando el insecto llegó al Alt Camp, ya era conocida la solución, la plantación de pies americanos, inmunes al maldito insecto. Pero la operación de arrancar las cepas muertas y la replantación pedirán una fuerte inversión, mientras el campesino debe aguantar unos años sin cosecha.

Obras públicas

Desde el primer momento y “atendiendo a su preferente fin de desarrollar las operaciones mercantiles, empleando ventajosamente su capital” (Memoria de 1883), el banco entró en el terreno de la construcción de obras públicas, a través de su participación en subastas , convocadas por las diputaciones, responsables de la red provincial de carreteras. Si invertía en obras públicas, es que la demanda de crédito era baja o no era interesante. La primera concesión que obtuvo fue en 1883 para la construcción de un tramo de la carretera de Tarragona a Valls y Alcover, desde el Rourell a Picamoixons.

No tenemos información de lo que se hace entre 1883 y 1889, pero todo indica que ésta fue una de las principales actividades del banco. Desde 1889 hasta 1892, en que la crisis general motivó que el banco dejara de participar en las subastas públicas, hay constancia de que se iniciaran y terminaran las siguientes obras:..............

El Banc de Valls se va muy lejos de su domicilio social para construir carreteras. Normalmente, subcontrataba la obra en una persona de confianza. Se trataba sobre todo de avalar su construcción por un precio determinado, encargarla a un tercero y sacar un beneficio.

Participaciones

Banco de Valls. Evolución de las principales partidas del balance (en pesetas), 1882-1905.

En 1898 el banco creó una empresa filial: la Sociedad Arrendataria de Servicios Públicos, que ganó en concurso la recaudación de las contribuciones provinciales en Tarragona, Valencia, Jaén y Córdoba, que tenía el Banco de España y que podía delegar. Por lo que dicen, la participación no era del 100%, sino compartida con elementos de la Junta de Gobierno.

El servicio de recaudación de las contribuciones será el principal motivo del enderezamiento de la cuenta de resultados del banco, pero al mismo tiempo el centro de un escándalo, en 1901, que llegará incluso a los diarios de Madrid. El futuro director general del banco, Francesc Costas, echará la culpa al lerrouxismo, representado en Valls por el semanario republicano “El Porvenir”. A su juicio, la campaña se inició cuando el banco concurrió para la concesión de las contribuciones de la provincia de Barcelona, ​​coincidiendo con la derrota electoral en Valls del candidato de Lerroux, Josep Mir y Miró. La campaña que hará la citada revista, con el título general de Campaña moralizadora y el subtítulo de El asilo de los quebrados o Banco de Valls, pretendía el derrumbe de la empresa, aduciendo que había ganado concursos pese a presentar propuestas más caras que otras, y de repartirse discriminadamente los beneficios por parte del banco.

El autor de los artículos publicados por “El Porvenir”, muy chapuceros de tono y con poco nivel técnico, habría sido el propio Lerroux, según Costas. Una revista de Madrid atraerá la atención sobre el tema, “porque se trata de una región donde hay desgraciadamente cierta levadura separatista” (“El Economista”, 1901, pág. 693), mientras otra apoya a los atacantes (véase “Revista de Economía y Hacienda”, 1901, págs. 825 y 847).

En 1882 se compró el edificio “llamado Cuartel”, cerca del ferrocarril. En 1884 se inicia la construcción de lo que debe ser el gran edificio en el centro de Valls, sede social y de las oficinas centrales del banco.

Crédito agrícola y preocupación por dar un servicio (1906-1920)

La coyuntura, los hombres y la organización

Son unos años de iniciativas, ganas de trabajar y trabajo bien hecho, en los que destacan los créditos a los sindicatos y cooperativas agrícolas de la comarca. El banco inicia esta etapa bajo la presidencia de Albert Dasca. Éste presentó la dimisión, al finalizar su período reglamentario como consejero, en 1913. Lo sustituirá Antoni Massó i Llort, uno de los directores ejecutivos. Había entrado a trabajar en el banco como contable, en el momento de su fundación, y terminará como presidente. Participó, conjuntamente con su hermano Ramon y Josep Barrau i Codina en la creación de Barrau y Companyia, importante fábrica de productos químicos y fertilizantes en Montgat (Maresme). La presidencia de Massó duró sólo unos meses, ya que murió en mayo de 1914. El nuevo presidente será el médico Joan Roset, que ocupará el cargo hasta 1919, año en el que dimitirá por motivos de salud. El último presidente de este período será el industrial Josep Maria Barrau i Flaqué, hijo de Josep Barrau i Codina y primer titular de la citada empresa de productos químicos. Cabe destacar que en 1919 murió asesinado el abogado Josep Caylà i Miracle, uno de los directores del banco y miembro de una familia carlista de la población.

Banco de Valls. Evolución de las principales partidas del balance (en pesetas), 1906-1920.

La gestión directa del banco se mantiene en manos de tres consejeros directores. En 1920 eran Joan Esplugas, Francesc Gomà y Josep Monserrat. A sus órdenes existe un administrador, Eliseu Ferrer, desde 1912. Ferrer había sido consejero y director del banco, antes.

En 1920 el Consejo estaba formado por: un fabricante de productos químicos —Josep Maria Barrau—, dos industriales textiles —Josep Monserrat e Ignasi Esteve—, un harinero —Romà Ribas—, un fabricante de licores —Eusebi Roig—, un ganadero —Ramon Barbat—, un comerciante de vinos —Josep Català—, dos comerciantes —Francesc Gomà y Lluís Miró—, un arquitecto —Lluís Homs—, un abogado —Lluís Dasca— y otros miembros que sólo se declaran propietarios, un calificativo que vale para todos. El administrador era todavía Eliseu Ferrer y el secretario, Tomàs Selva.

En 1906 la coyuntura de la comarca fue buena para los agricultores y mala para la industria. La Memoria nos habla de la “gran decadencia en esta localidad de los negocios industriales y muy particularmente de los de tejidos y tenerías, en otros tiempos tan prósperos”, mientras “el comercio y las industrias que tienen relación directa con la agricultura obtienen nuevo y notable desarrollo” (Memoria de 1906).

El inicio de la guerra europea creará una fuerte preocupación, porque afecta al comercio de exportación. Después se darán cuenta de que la neutralidad española representa una gran oportunidad para los industriales, que proporciona mucho dinero a quienes saben aprovecharla. En 1915, aunque la cosecha de vino no es buena, la Memoria recoge que “los dineros se abundan”. Con la firma de la paz (1918) se imaginan que ésta traerá más euforia a la comarca, como consecuencia del desarrollo de varios proyectos de infraestructuras, que favorecerían a la comarca. “Debe producirse ese desenvolvimiento en Tarragona, unida por su puerto al comercio universal, lugar de industria tan importante como la de los Astilleros —Astilleros de Tarragona SA se creó en 1918— y centro donde el ferrocarril en Valls, Santa Coloma de Queralt, Cervera, Pons y Seo de Urgel, que próximamente será una realidad, debe crear nuevos negocios.” (Memoria de 1918.) A finales de 1920, cuando la crisis financiera marca lo que será una corta pero fuerte depresión económica, ya debían darse cuenta de que la posguerra no sería lo que se esperaban.

En 1908 el banco extendió las operaciones a los pueblos de la comarca. Consideran que el comercio y la industria de Valls ya están bien atendidos y que es necesario ensanchar el campo de actividades. Un año más tarde manifiestan con orgullo que “todo el comercio y toda la industria de Valls y su comarca refluyen en el Banco”, tanto en lo que se refiere a operaciones de activo —descuento y créditos—, como de pasivo —cuentas corrientes, de ahorro e imposiciones— (Memoria de 1909).

En 1908 la delegación de Tarragona se convirtió en un centro de operaciones y actividad propia, con una amplia autonomía de gestión. La sucursal estará controlada por un Consejo de accionistas, residentes en Tarragona, formado por tres directores -Josep Cuchillo, Pere Cobos y Felip de Veciana- y dos vocales -Romà Ribas y Francesc Ixart-. La oficina de Tarragona es muy a menudo la ventana en el exterior del Banc de Valls.

A finales de 1919 los promotores del Banco Comercial de Tarragona presentaron una oferta de compra de la oficina del Banco de Valls, que será aceptada. El nuevo banco iniciará sus actividades el 1 de enero de 1920 y se integrará en la red del Banco de Cataluña —antes Fàbregas y Recasens—.

En 1920 se acordó la apertura de una oficina en Montblanc, la capital de la Conca de Barberà.

Fondos propios y resultados

Banco de Valls. Rentabilidad de la acción.

En 1909 la Junta de Gobierno propone devolver a la circulación las 2 170 acciones retiradas en 1892 y aumentar así el capital a 1 250 000 pesetas. esto será un hecho en 1910. En 1911 y dadas las nuevas inversiones del banco, consideran que “es de primera conveniencia reforzar el capital del Banco”, y se crea un fondo de previsión al que destinan la mitad de los beneficios netos.

El desarrollo general de las operaciones, coincidiendo con los últimos años de la Primera Guerra Mundial, pone de manifiesto la desproporción de sus propios fondos y los impulsan a pedir un dividendo pasivo del 25% del capital, a pagar en tres plazos, durante 1919 .El capital pasará a ser de dos millones y medio de pesetas y los fondos propios de poco más de tres millones.

Los resultados son siempre positivos, pero el dividendo se mantiene en un modesto 4% hasta 1913 cuando es ligeramente aumentado. En 1919 llegará al 10%, y se reducirá al 8% en 1920.

Depósitos

Las operaciones de servicios bancarios, como los giros y las transferencias, chocan ahora con la competencia del Banco de España —establecido en Reus y en Tarragona desde 1875—, que ahora se extiende a las comarcas tarraconenses, mientras en cambio “adquieren mayor desarrollo los cuentas de imposición y los de concesión de crédito” (Memoria de 1907).

Banco de Valls. Cuentas corrientes de la clase obrera –de ahorro–.

En 1910 el banco anuncia que dará más vuelo a las cuentas destinadas a la clase obrera, con la aceptación de imposiciones para la creación de pensiones para la vejez, al estilo de lo que estaba haciendo la Caja de Pensiones. Pero se echó atrás, aduciendo que entonces estaban obligados a la inversión de estos saldos en valores públicos y éstos no les merecían demasiada confianza. Los administradores manifiestan que prefieren unos saldos que estén disponibles para sus titulares, y que ellos pueden seguir aplicando a la concesión de créditos y al descuento comercial.

La euforia originada en buena parte de Cataluña con motivo de la guerra europea llegará tarde al Alt Camp, porque allí lo que cuenta, sobre todo, es el precio del vino y de los frutos secos, y éstos han quedado afectados negativamente por la baja de las exportaciones. Los beneficiados por la Gran Guerra son los industriales y no los agricultores. Es lógico, por tanto, que en los primeros años de la guerra los depósitos se mantengan sin fuertes variaciones. No es hasta 1919 cuando experimentan un importante crecimiento, consecuencia ahora de los buenos precios de vinos y frutos secos. El banco habilita entonces todos los días de la semana —incluidos, por tanto, los domingos— para realizar imposiciones y reintegros.

El papel de las cuentas corrientes de la clase obrera, que es el nombre que les dan, sigue siendo fundamental (véase el cuadro). Es evidente que recoge el ahorro del campesinado, además de los obreros industriales.

La baja de los depósitos de 1920, el último de este período, es consecuencia de la venta de la oficina de Tarragona y de la cesión de los saldos existentes.

Hasta 1911 —incluido— el balance sólo informa de las operaciones de crédito puro —con garantía hipotecaria o personal—, puesto que el descuento comercial está integrado en una partida de cartera general, tal y como se ha dicho. Cuando se conoce el detalle se ve cómo la inversión en descuento comercial o crédito en letras resulta que es superior a la cifra concedida en forma de póliza de crédito.

En 1912 se inician las operaciones de crédito a favor de los sindicatos y cooperativas agrícolas de la comarca: Alió, Pla de Cabra, Espluga de Francolí y Montblanc son los primeros en recibir financiación. El inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914 creará muchos problemas a los exportadores de vino y frutos secos con los que trabajaba el banco. Fue el primero que reanudó el giro sobre Londres. A la larga la guerra afectará negativamente a la exportación de vinos, almendras y avellanas.

Sindicatos y cooperativas agrícolas, que recibieron la ayuda del Banc de Valls (1919-1921).

La Junta de Gobierno manifiesta su desilusión al comprobar un cambio en los hábitos mercantiles de la comarca. “En cuanto se refiere al crédito personal debe procederse con gran cautela, porque aquella honradez antigua que hacía cumplir a los hombres sus compromisos personales, no es ya tan general, y se repetin los casos no sólo de resistencia pasiva, sino que de absoluta mala fe, sino que los intereses legítimos del capitalista encuentren muchas veces el debido apoyo en quienes vienen obligados a prestarlo.” (Memoria de 1915.) Se quejan, igualmente, del abuso que se hace del estado de suspensión de pagos.

En 1918 participan en los créditos sindicados a los gobiernos de Francia y Estados Unidos, concedidos por la mayor parte de los bancos catalanes, encabezados por el Banco de Barcelona.

En 1919, el banco ofrecerá una fórmula a los sindicatos y cooperativas agrícolas de la comarca para cubrir sus necesidades financieras. Es uno de los grandes activos del banco, dada la trascendencia que estos créditos tendrán para las comarcas en las que actúa.

Edificio de la Cooperativa Agrícola de Falset.

ECSA

La bodega cooperativa de Marçà (Ecsa).

Los sindicatos y cooperativas agrícolas realizarán una emisión de obligaciones que será cubierta por el banco, el cual avalará también el pago de los intereses. Las obligaciones tendrán un plazo de veinte años. El banco podrá cederlas a terceros, como es natural. Se acogieron diecisiete sindicatos por un importe total de 3 145 000 pesetas (véase el cuadro).

“Así fue posible poder construir bodegas cooperativas, almazaras de aceite comunales, fábricas de aprovechamiento de los productos oleícolas y de la vinificación, con maquinaria modernísima, que en gran parte construyó el industrial hijo de Valls, pero residente en Barcelona, ​​Lluís Feliu y Vallespinosa.” (F. Costas, El centenario del Banc de Valls, “Cultura”, noviembre de 1981.)

Valores

El banco tenía una cartera de valores públicos, constituida por títulos de la Deuda Amortizable (1913). Hasta 1911 figura integrada en el concepto de “cartera” y no se conoce su importe.

Banco de Valls. Fábrica de hilados: inversión.

En 1910 manifiestan “esplotar por cuenta propia la fábrica de hilados de algodón que poseemos en la ribera del Francolí”, el llamado molino de Alcover. Se cerrará el tercer trimestre de 1914 con motivo del estallido de la guerra europea, pero volverá a abrirse rápidamente, tan pronto como ven que el momento puede ser muy provechoso para esta industria. Consideraban esta inversión de bajo coste (véase el cuadro) y de rápida circulación del capital, con una materia prima que se convertía en hilo, el cual era vendido inmediatamente. La maquinaria debía de ser anticuada. La fábrica se vendió en 1919, en un momento en que la continuidad habría requerido fuertes inversiones para hacer frente a una nueva competencia.

En 1911 se liquidó la participación en la Sociedad Arrendataria de Servicios Públicos, que tanto juego había dado años antes.

Este mismo año 1911, el banco participó en la constitución de la Eléctrica del Cinca SA, una empresa que se hizo cargo de los activos hidroeléctricos de Sánchez y Grau Hermanos, de Barbastro. Tenía un salto al río Cinca, en el término de Estadilla (provincia de Huesca). El domicilio social estaba en Barbastro y la oficina de distribución de fluido eléctrico en Lleida, porque la empresa proporcionaba energía a buena parte de las poblaciones catalanas del Segrià y de la franja de Aragón. El Banc de Valls debió pensar en hacer llegar la electricidad hasta su ciudad. En 1919 se venderá la participación, cuando las explotaciones hidroeléctricas serán traspasadas a la Catalana de Gas y Electricidad.

En 1919 tomaron una pequeña participación en el Banco de Crédito Industrial, conjuntamente con la mayoría de los bancos catalanes.

Obras públicas

En 1907 el banco vuelve a entrar en las obras públicas, pero la inversión será pequeña. Las subastas ganadas y las obras realizadas en este período serán sólo dos:

tramo de la carretera de Cambrils a Dosaigües-Alcolea del Pinar,

carretera de la Espluga de Francolí a Flix.

Inmuebles

En 1908 el banco ha comprado algunas fincas, pero manifiestan su intención de venderlas y quedarse sólo con los edificios de Valls y Tarragona, de propiedad.

Se pierden el empuje y las iniciativas (1921-1936)

La coyuntura, los hombres y la organización

Obligación del Banc de Valls, emisión de 1921.

En 1922 el Banco de Valls se inscribió en la Comisaría de Banca Privada Española y por ello formó parte del Consejo Superior Bancario. Ambas instituciones eran consecuencia de la primera Ley de Ordenación Bancaria, aprobada por las Cortes españolas en 1921, presentada por Francisco Cambó, como ministro de Hacienda. La ley exigía que los bancos adaptaran sus balances a un modelo oficial y que los presentaran trimestralmente, para su publicación. En 1927 entró a formar parte de la Federación de la Banca Local de Cataluña.

Josep Maria Barrau i Flaquer se mantendrá como presidente del Banc, durante todos estos años. En 1930 murió el administrador del banco desde 1912, Eliseu Ferrer y Queralt. Le sustituirá el apoderado general, Francesc Plana y Sardà. Al estallar la guerra civil, los tres consejeros directores eran Francesc Blasi, Lluís Homs y Lluís Monserrat. Se mantenía, por tanto, una estructura poco moderna con unos consejeros ejecutivos y un administrador, que no era director general, sino un simple ejecutor de las órdenes de los tres directores consejeros.

Las Memorias del banco no hacen ninguna referencia a los cambios políticos de aquellos años: ni a la implantación de la Dictadura de Primo de Rivera en 1923, ni a la proclamación de la República en 1931. Este año coincide precisamente con el cincuentenario del entidad, un aniversario que no se celebró, al parecer, salvo un corto recuerdo en el texto de la Memoria. Está claro que fue un año malo y difícil en el que hay que “tener reforzadas nuestras disponibilidades de caja para poder afrontar cualquier contingencia” y en el que se manifiesta que “es norma de sana prudencia ser parco en la distribución de beneficios y aumentar las disponibilidades que afectan a la previsión” (Memoria de 1931). El Consejo debió de creer que no era un año para celebraciones. La crisis económica es catalana, española y europea.

La única referencia política se hace en la Memoria que presenta el ejercicio de 1934, con una mención de la contribución “que le señaló el Comité Central de Banca Española en la suscripción abierta para premiar a los institutos armados por su actuación en los sucesos revolucionarios del mes de octubre” (Memoria de 1934). El mero hecho de la mención es toda una muestra de opinión, en el contexto de unas Memorias más bien pobres de contenido. Al año siguiente, con un gobierno conservador en el poder manifiestan que "se ha logrado una gran mejora en el restablecimiento de la disciplina general del país" (Memoria de 1935).

Expansión. El Banco Mercantil de Tarragona

El Banc de Valls, que acaba de vender la sucursal de Tarragona, inicia ahora una expansión. El primero de abril de 1921 abrió la oficina de Montblanc y el mismo año adquirió la oficina del Banco de Terrassa —en liquidación— en Les Borges Blanques —Les Garrigues—. El banco estaba presente en la cabecera de tres comarcas, con un denominador común de productos agrícolas.

Les faltaba Tarragona, donde habían estado presentes muchos años. Tenían interés en volver, pero al final lo harán a través de una participación en un nuevo banco. En 1929 el Banco de Valls es uno de los fundadores del Banco Mercantil de Tarragona, conjuntamente con el Banco Urquijo Catalán y un grupo de empresarios tarraconenses. Ambos bancos toman el 45% del capital cada uno de los anteriores, siendo el 10% restante suscrito por socios tarraconenses. El banco se puso en marcha el 1 de diciembre de 1929.

Fondos propios y resultados

No se produce variación alguna en el capital del Banco, durante todos estos años. El capital desembolsado permanece en los 2,5 millones de pesetas. Por el contrario, se crean unas reservas importantes, por aplicación de buena parte de los excedentes generados. Entre un fondo estatutario y uno voluntario, las reservas tienen un volumen de 1,8 millones en 1935.

Obligación del Banc de Valls, emisión de 1921.

Obligación del Banc de Valls, emisión de 1921.

Los resultados son prácticamente los mismos, año tras año. Y el dividendo también. A la hora de presentar la rentabilidad de las acciones no es necesario realizar ningún cuadro, ya que cada año se reparten 15 pesetas por acción, que representan el 6% del capital.

Depósitos

"El Banco recoge la mayor parte del ahorro de nuestras comarcas." (Memoria de 1926.) Lo dicen repetidamente en las Memorias, con satisfacción. Pero en Valls ya no están solos y tienen competencia. En 1935 se encuentra la Caja de Pensiones y de Ahorros de Cataluña y Baleares, y otros tres bancos: el Banco Comercial de Barcelona, ​​el Hispano-Colonial y el Espanyol de Crédito.

Cheque emitido por el Banco de Valls, 1930.

En 1920 tenían unos depósitos de 10,5 millones de pesetas y pasan a tener 16,7 millones a finales de 1935. Su volumen alcanza los 20 millones en 1930, pero baja durante los años de la Segunda República, que coinciden con una crisis económica general. El banco sigue muy vinculado a los productos agrícolas, propios de las comarcas donde actúa —vino, almendras y avellanas—. Las referencias a las cosechas y precios son constantes en las Memorias. Los depósitos suben cuando las cosechas son buenas y los precios altos y bajan cuando la situación está a la inversa.

El modelo de balance impuesto por el Consejo Superior Bancario hace desaparecer las llamadas cuentas corrientes de la clase obrera. Ahora sólo puede haber cuentas corrientes, cuentas de ahorro e imposiciones a plazo. Pero son estas dos últimas modalidades las que concentran el 93% del total de depósitos en 1935, mientras que las cuentas corrientes, las clásicas de los comerciantes y de los industriales representan tan sólo el 7%.

En 1922 se hizo la última emisión de obligaciones del banco, que caducará en 1931.

La inversión en créditos -descuento y crédito- es siempre inferior a la de la cartera de valores, si prescindimos del último año -1935-. El Banco de Valls, como otros, se distingue por utilizar básicamente la letra de cambio para conceder crédito -créditos financieros-, en vez de la clásica póliza, reservada para grandes operaciones y para algunos clientes. Al banco le resulta más rentable la letra, al tiempo que le da más fuerza ejecutiva en caso de impago.

Se mantienen vivas las operaciones de crédito concedidas a sindicatos agrícolas y cooperativas, iniciadas en 1919. De las diecisiete entidades mencionadas a las que se da ayuda, se pasa a las veinte, mientras que el volumen total de crédito concedido aumenta hasta cerca de 4 millones de pesetas (ver Memoria de 1961).

Las Memorias informan de dos créditos especiales concedidos en 1925: uno al Ayuntamiento de Valls para la compra del cuartel destinado a la Guardia Civil, y un segundo, concedido al Ayuntamiento de Tarragona para terminar las obras de prolongación de la rambla de San Juan de esta ciudad.

Valores

Banco de Valls. Cartera de valores privados.

El volumen de la cartera de valores privados sólo lo conocemos de 1922 hacia delante, gracias al nuevo modelo de balance bancario. Esta cartera representa entonces alrededor del 50% del total. Liquidada la participación en la Eléctrica del Cinca SA y en la fábrica de tejidos, es posible que esté formada exclusivamente, durante los primeros años de esta etapa, por valores de renta fija -bonos u obligaciones-. En cualquier caso, las Memorias no hacen ninguna referencia a valores privados, hasta que en 1928 participan en el capital de la Cooperativa Eléctrica de Valls SA.

En 1929 el banco toma participaciones en dos empresas promovidas por el Banco de Cataluña: el Sindicato Emisor de España y el Banco Exterior de España. Con la Segunda República el volumen de valores privados desciende mucho, fruto de la crisis bursátil y de la necesaria adecuación del valor a las cotizaciones en Bolsa.

Obras públicas

En 1922 se vuelve a participar en subastas de obras públicas para la construcción y conservación de carreteras, principalmente en la comarca. Pero con el nuevo modelo de balance bancario, la inversión no queda reflejada específicamente. Se mencionan tan sólo dos obras:

el adoquinado de la carretera de Lleida a Tarragona —travesía de Valls—,

el adoquinado de la carretera del arrabal de Misericordia en el cementerio, en Valls.

De ánimo (1939-1959)

La coyuntura, los hombres y la organización

La primera Memoria publicada después de la guerra da una corta información sobre lo que ocurrió durante aquellos tres años, tras expresar, como es su obligación, “nuestra profunda gratitud hacia el Caudillo y Jefe del Estado, Su Excelencia Francisco Franco Bahamonde, ya las gloriosas tropas nacionales por habernos liberado de la tiranía roja y reintegrado plenamente a los principios de la civilización cristiana, por cuyo imperio lucharon con tanto heroismo aquellas tropas invictas” (Memoria del 1941).

En julio de 1936, al estallar la guerra, el Consejo se reunió varias veces, hasta que la Junta de Gobierno y la Dirección fueron relevadas por un Comité de Control que se hizo cargo de la gestión hasta el 14 de enero de 1939 , en las que las tropas franquistas ocuparon Valls. Pocos días antes de la “liberación”, representantes de las autoridades republicanas recogieron todos los libros contables, valores, efectos y documentación del banco, así como el efectivo que encontraron en la caja. Unos y otros fueron depositados en la sucursal del Banco de España en Barcelona. Se recuperó todo, menos el efectivo: 707 756,25 pesetas en billetes de la República.

La única baja en la Junta de Gobierno, como consecuencia de la guerra, será la del consejero Josep Garriga i Ferré, que “fallecimiento en un preventorio del fatídico S. I. M —Servicio de Información Militar—, en que estaba recluido” (Memoria de 1941).

La debilidad de la burguesía catalana, tan propia de estos años de posguerra y del primer franquismo, se manifiesta claramente en los dirigentes del Banc de Valls. El banco crecerá vegetativamente, no abrirá ninguna nueva sucursal y no tendrá iniciativa alguna. El presidente volverá a ser Josep Maria Barrau i Flaquer para todo el período. En junio de 1940 será nombrado administrador el que era tenedor de libros —contable— Francisco de Asís Costas y Jové. El anterior administrador, Francesc Plana, había fallecido pocas semanas antes. En 1959 los tres directores ejecutivos del banco eran: Francesc Clols y Rabassó, Daniel Sagú i Sanromà y Josep Maria Torner i Cosidó.

Una Junta extraordinaria de accionistas, celebrada el 10 de noviembre de 1947, modificará los estatutos, y en 1951 otra Junta volverá a hacerlo para adaptarlos a la nueva Ley de Sociedades Anónimas. En los estatutos se mantiene la dirección del banco en manos de tres consejeros, así como la figura del administrador, que es simple ejecutor de las órdenes de los directores.

El banco mantiene sin cambios las oficinas en Montblanc y Les Borges Blanques. El 27 de noviembre de 1956 el banco cumplirá setenta y cinco años, pero tampoco consta que hiciera celebración alguna. Es el año en que se hace una referencia "al despertar industrial de esta ciudad" (Memoria de 1956).

Fondos propios y resultados

Banco de Valls. Rentabilidad de la acción.

El primer balance de la posguerra comprenderá cinco ejercicios -del 36 al 40- y se cerrará con una pérdida de 372 939,45 pesetas, que se amortizarán con cargo a las reservas. Al margen de estas pérdidas había 734.000 pesetas, incautadas por las autoridades republicanas, que se reclamarán a la Dirección General de Banca y Bolsa, que acabará reconociendo su titularidad con una detracción del 5% del total.

El capital desembolsado pasa de los 2,5 millones de pesetas iniciales a los 4 millones en 1959. El aumento se realiza mediante la petición de tres dividendos pasivos del capital nominal suscrito, de modo que la acción de 1 000 pesetas, desembolsada inicialmente en el 50%, pasará a estarlo en el 80% en 1959, con un capital de 4 millones. Los depósitos del banco tampoco exigen más, puesto que los recursos propios representan el 10% de los recursos de terceros.

Las reservas se mantienen a un nivel relativamente elevado. En 1951 se creará una reserva para la fluctuación de valores, que desea compensar las posibles bajas en la cotización de su cartera.

En 1942 se repartió un simbólico dividendo del 2%. Éste pasará pronto al 4, al 5 y al 6%, sucesivamente. Éste último se mantendrá inalterable. La pequeña baja de rentabilidad que se ve en el cuadro adjunto se debe a un dividendo pasivo desembolsado a medio ejercicio, por lo que los administradores aseguran la rentabilidad del 6%, que deben considerar que es suficiente.

Depósitos

Los depósitos descendieron durante la guerra. Y debieron subir hacia el final, como ocurrió en todos los bancos, a consecuencia de la fuerte desvalorización de la peseta republicana. En 1941, con 15,3 millones de pesetas de recursos de terceros el banco queda un poco por debajo de los que tenía cuando empezó la guerra, pero hay que tener en cuenta el castigo que las autoridades franquistas aplicaron al ahorro que había creado en la zona republicana, al bloquear los saldos y desbloquearlos por conversión a la peseta “nacional”, con un tipo de cambio claramente sancionador.

En 1959 los depósitos eran de 73,3 millones de pesetas, distribuidos entre cuentas corrientes (28,2%), cuentas de ahorro (44%) e imposiciones a un año (30,8). Se pagan los intereses establecidos por el Ministerio: 1% en las cuentas corrientes, 2% en las libretas de ahorros y el 3% en las imposiciones.

Durante los primeros años, la evolución de los depósitos depende fundamentalmente del precio de los productos agrícolas, propios de las comarcas en las que actúa. Las Memorias siguen haciendo referencia a las cosechas del vino y frutos secos, a los años de sequía, al daño que ha hecho la piedra, etc., hasta que en 1956 introducen la industria como una actividad creciente en la comarca. El gobierno español ha aplicado por primera vez unas tímidas medidas de liberalización económica y empiezan a notarse sus efectos.

Inversión

Casi toda la inversión comercial del banco está en el concepto de efectos de comercio hasta noventa días. Incluye descuento comercial y efectos financieros —crédito en letra—. En la partida de Créditos la cifra es mínima -1,4 millones de pesetas en 1959-.

La cartera de títulos incluye los fondos públicos, exigibles por el obligatorio coeficiente, y una cartera de valores privados. En ésta, sólo existe constancia de la participación del banco en el Banco Mercantil de Tarragona, que se mantiene, así como algunas acciones del Banco de España y del Banco de Crédito Industrial.

Sin reacción (1960-1968)

La coyuntura, los hombres y la organización

A partir de la aplicación del llamado Plan de Estabilización (1959) las Memorias del banco se hacen eco de un fuerte desarrollo económico de la ciudad y comarca. El protagonismo lo toma ahora la industria, acompañada por el sector de la construcción. “Se han instalado importantes industrias: metalúrgicas, de hilados, géneros de punto, piezas refractarias, etc.” (Memoria de 1963.) Poco después, anuncian la creación del polígono industrial (1964), ocupado rápidamente. La población de Valls aumenta por primera vez en muchos años y supera los 13.000 habitantes.

Pero ese cambio no llega al banco. La fuerza de la inercia es cada vez más reducida. El presidente es todavía, y lo seguirá siendo, Josep Maria Barrau i Flaqué, nombrado para este cargo en 1919. La mayoría de quienes le acompañan son hijos y nietos de los fundadores. Se mantienen los tres directores y el propio administrador, Francesc Costas, quien lleva veinte años en el cargo cuando comienza este periodo y lo cubrirá en su totalidad.

Memoria de 1965.

Memoria de 1961.

En 1961, con motivo de los ochenta años del banco, la Memoria destaca que el Banco de Valls no es tan sólo “el Banco local mas antiguo de los que en su clase se encuentran establecidos en la provincia de Tarragona, sino uno de los bancos locales más antiguos de España” (Memoria de 1961). Pese a las posibilidades de expansión que dan los planes anuales, elaborados por el Banco de España desde 1964, el Banco de Valls no opta por la apertura de nuevas sucursales y se limita a mantener las ya existentes en Les Borges Blanques y Montblanc .

En 1966 nos enteramos por la Memoria de que una entidad bancaria española era la propietaria de más de 4 000 acciones del banco (más del 20% del capital), y que “tras ímprobos esfuerzos y largas negociaciones” se han recomprado las acciones, “ de suerte que en la actualidad todos -los títulos- se encuentran en manos de vallenses y de personas estrechamente vinculadas con el banco”. Los administradores pueden asegurar la independencia de la institución: “esta acción —de compra de acciones— robustez, diciéndolo en lenguaje llano, el vallenquismo del Banco de Valls, y valga la redundancia” (Memoria de 1966). El banco que había comprado las acciones y que las vendió era el Banco de Bilbao. Las había ido adquiriendo poco a poco, manteniéndose en un discreto segundo plano, ya que no había ni pedido participación en el Consejo. Probablemente, conociendo aquella época, tampoco debió pedir autorización al Banco de España para comprarlas. El Consejo de Administración acordó realizar una sindicatura privada de las acciones de los consejeros para evitar una operación similar en el futuro.

La Memoria que recoge el ejercicio 1967, el último del banco como entidad autónoma, lamenta la situación económica general y que “un banco local estrechamente unido a los vaivenes de su sede, no puede desvincularse del ambiente general que le rodea”. Es una indicación del cansancio del Consejo.

En 1960 se pidió un último dividendo pasivo a los accionistas. Una vez desembolsado, el capital será de 5 millones de pesetas, mientras que se mantienen otros 5 millones en cartera, desde la fundación del banco. En 1963, finalmente, se pondrán en circulación estos cinco millones, pero el desembolso se realizará poco a poco, en cuatro plazos del 25% cada uno. Es evidente que el procedimiento se propone favorecer la suscripción por parte de los propios accionistas.

El banco se venderá en 1968 con un capital de 10 millones de pesetas y 10,7 millones de reservas. Su coeficiente de garantía –relación de los fondos propios con los depósitos– era correcto, del 12%.

Los beneficios permiten mantener el 6% tradicional de dividendo, que se aumenta hasta el 7 y el 8%. El fuerte beneficio de 1962 es consecuencia de las plusvalías realizadas por la venta de las acciones del Banco de España y del Banco de Crédito Industrial, que tenían en cartera, y como consecuencia de la nacionalización de ambas entidades. La plusvalía será de 624.127 pesetas.

Depósitos

Se mantiene el crecimiento de los depósitos, pero no es muy elevado si se tiene en cuenta el marco económico y la pérdida del valor adquisitivo de la peseta durante estos años. En 1959 tenía 73 millones y en 1967 lo cierra con 173 millones: el 33,4% en cuentas corrientes, el 41,4% en cuentas de ahorro y el 25,2% en imposiciones a un año. Ya no es el primer banco de Valls en cuanto a la importancia de los depósitos.

Inversión

Hay poco que decir, fuera de repetir conceptos, expresados ​​anteriormente. La mayoría de la inversión comercial se concentra en la cartera de efectos a noventa días. La cartera de valores consta sobre todo de valores públicos y la de valores privados –5 millones en 1967– se refiere a la titularidad de las acciones del Banco Mercantil de Tarragona y algo más, no trascendente.

La venta del banco (1968)

La Memoria de 1968, el año en que se produjo la venta de las acciones del Banc de Valls, ni siquiera menciona este hecho. Sólo dice que, a petición propia, han cesado los siguientes consejeros: Ramon Barbat i Miracle, Jerónimo Brunel y Alsina, Rafael Castell y Miquel, Andreu Clariana y Fàbregas, Pau Creus y Ferrando, Josep Maria Domènech i Cortes, Jaume Guasch y Mateu, Joan Pallarès y Barbat, Enric Ribé y Roca, Lluís Rosell y Esteve y Josep Maria Torner y Cosidó. Once consejeros sobre los quince que había. Se nombraron cinco nuevos consejeros para sustituir a los dimitidos. El presidente se mantiene, estableciendo un récord catalán, porque el presidente del Banc de Valls superará los sesenta años en el cargo.

Los consejeros del banco eran conscientes de los problemas que podía tener un banco local para sobrevivir. Llegaba la mecanización de las operaciones bancarias, que exigía inversión y personal cualificado, imponiéndose una mayor competencia entre los bancos y cajas establecidos. El Banc de Valls ya no era la entidad que dominaba el sector financiero del Alt Camp. La falta de iniciativas, la nula agresividad comercial y la confianza en la inercia del banco, le habían convertido en un banco más de Valls, no precisamente el primero. Los gastos generales aumentaban y había que hacer algo antes de que la cuenta de resultados no se estropeara.

También eran conscientes los consejeros de que sus acciones encontrarían un alto precio en el mercado y que habría más de un postor. Lo habían comprobado en el caso del Banco de Bilbao, y la venta de otros bancos —como el de la Banca Vilella, de Reus—, era un buen ejemplo de que los accionistas podían realizar un gran negocio vendiendo las acciones de forma conjunta. En 1968 tenían dos ofertas sobre la mesa: la del Banco Hispano Americano, de Madrid, y la de Banca Catalana, de Barcelona. La primera tenía a su favor que era la entidad con la que el Banco de Valls compartía casi todas las acciones del Banco Mercantil de Tarragona, y era uno de los primeros bancos de España por sus depósitos. La segunda ofrecía el mantenimiento de la catalanidad del banco, por parte de un nuevo banco, que tenía un fuerte crecimiento.

A favor del Hispano Americano tomaron posición Josep Maria Barrau i Compte, hijo del presidente, Francesc Clols, vicepresidente y uno de los tres directores del banco, suegro de Josep Maria Barrau, y el administrador, Francesc Costas. A favor de la oferta de Banca Catalana, estaban Ramon Barbat i Miracle, nacido en Valls en 1900, ingeniero, director general de Publicidad Cid SA y presidente de Mecanismos Auxiliares Industriales —MAISA—, la empresa industrial más importante establecida en Valls. Barbat, consejero del banco desde 1940, e hijo de consejero, estaba desde hacía tiempo a favor de ampliar el capital del banco y dar entrada a nuevos socios, capaces de darle el impulso que el equipo actual del banco no tenía. Mantenía una buena relación con Joan Baptista Cendrós Carbonell, hijo de Valls como él, y consejero de Banca Catalana, así como con Jordi Pujol y Soley del mismo banco. En la reunión del Consejo del Banco de Valls del 29 de febrero de 1968, Barbat insistió en la ampliación de capital y en la actitud compradora de Banca Catalana.

A principios de septiembre de 1968, al regresar Ramon Barbat de vacaciones, se enteró de que en una reunión del Consejo, celebrada en su ausencia, se había acordado vender el 75% de las acciones al Banco Hispano Americano al precio del 3 000%, o sea 15 000 pesetas por cada acción de 500 pesetas nominales. La protesta por este hecho fue seguida de su dimisión como consejero. La operación de venta no respetó la sindicación privada de las acciones.

La noticia se conoció de inmediato. Un diario de Barcelona -El Correo Catalán, 8 de septiembre de 1968- informaba de la venta del Banco de Valles al Banco Hispano Americano por 300 millones de pesetas. Asimismo, circuló por la ciudad una carta, que llevaba fecha del 24 de julio, en la que una persona de Banca Catalana —se atribuyó a Joan Cendrós o Jordi Pujol— pedía a Josep Maria Barrau que atendieran la oferta de Banca Catalana, antes que la de cualquier otro. Aducía el firmante de que la empresa estaba dispuesta a pagar lo que pagaran los demás e incluso ofrecía mantener la autonomía del Banco, tomando una participación minoritaria con el compromiso de darle el vuelo necesario.

Las acciones del Banco de Valls serán de hecho compradas por el Banco Mercantil de Tarragona, en el que participaban como accionistas el propio Banco de Valls y el Banco Hispano Americano, con el 45% cada uno.

Epílogo

El Banco de Valls se mantendrá con este nombre hasta 1979. Permanecerán como consejeros el presidente -Josep Maria Barrau i Flaqué-, el vicepresidente -Baltasar Segú-, hasta su muerte en 1974, Francesc Clols y el antiguo administrador, Francisco de Asís Costas y Jové. Los restantes consejeros eran representantes del banco comprador. En 1970 cedieron las oficinas de Les Borges Blanques y de Montblanc al Hispano Americano, a la vez que pedían y obtenían una oficina en L'Ampolla, en el marco del sexto Plan de Expansión Bancaria y siguiendo la estrategia del banco mayoritario .

En 1979 la ficha bancaria del Banc de Valls será utilizada por el Hispano Americano, que le convertirá en Banco Hispano Industrial y trasladará su domicilio a Madrid. En Valls será sustituido por el Banco Mercantil de Tarragona, que al cabo de unos años cederá la plaza al Hispano Americano, posteriormente Banco Central Hispano.

Presidentes del Banc de Valls desde su fundación en 1881 hasta 1968

1881-1888 – Josep Castellet i Sampsó

1888-1905 – Joan Ramon Coll y de Baldrich

1906-1913 – Albert Dasca Olivé

1914 – Antoni Massó i Llort

1914-1919 – Joan Roset i Rovira

1919-1968 – Josep Maria Barrau i Flaqué (se mantendrá en el cargo, con el banco bajo el control del Banco Hispano Americano)

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