- Sobre las tablas tres hombres: un narciso, un conservador, un tibio. Irrumpe en escena una pintura moderna, provocativa, indescifrable y cara. Así es ella, igual de blanca que las gélidas rubias de Chandler a las que nadie puede acercarse demasiado porque se encuentran lejos, siempre distantes, sumidas en la lectura de La tierra baldía u otra obra semejante. Por supuesto, la lógica tribal que rige la amistad del cerrado grupo de observadores convertirá la nueva pieza en el enemigo perfecto.