- «Escribo sobre esperanza y libertad, sin pociones mágicas ni mapas del tesoro, pero con la cabeza alta, la mirada larga, el verbo sereno y la mano tendida, con paso decidido hacia la República. La cárcel es como un castillo: infranqueable e impenetrable. Los muros y las alambradas aíslan a la persona presa del mundo que la rodea y, tarde o temprano, miles de sensaciones se funden en la penumbra. Quien está adentro se pierde miradas, rincones, gustos y abrazos y, sobre todo, sufre por si los de fuera lo olvidan.