'Cuando Albuíno rey de los Longobardos y por ende, dueño de casi toda Italia, tenía su solio en la hermosa ciudad de Verona, llegó a palacio un labrador llamado Bertoldo; hombre deforme y de repugnante catadura en cuanto a lo físico, pero de finísimo ingenio y sutiliza, pronto en la réplica y acertadísimo para la solución de cualquier asunto.'
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