La pintura de Frederic Lloveras i Herrera es como un suave y plácido despertar a la belleza de lo cotidiano. Las ciudades desnudan su esencia al roce de su pincel, como si este las acariciase hasta conseguir que se estremezcan. Luces, texturas y detalles exudan de cada una de las piedras empapadas por el agua de la lluvia y de la acuarela, desbordando matices y auras tan sutiles que parecen revelarse a la dulzura de su trazo como descubiertas por primera vez, como tímidas ante un primer encuentro con la mirada.
El postimpresionismo de Lloveras: pureza técnica y potencia emotiva
Frederic Lloveras es capaz de captar como ninguno la belleza de las creaciones humanas. Con él, el postimpresionismo catalán encuentra su más elevada representación, encarnándose en las certeras pinceladas con las que da forma a calles, personas y edificios hasta dotarlos de una expresividad que trasciende la mera captación de la luz para infundirles la emoción y la fugacidad de la vida.
Prueba de esta inspiración que el pintor catalán encuentra en los paisajes urbanos la hallamos en alguna de sus obras más emblemáticas, como El Sena en París (1964), donde la capital francesa se revela como un ente vivo bajo el plomo del cielo, permitiéndonos hasta oler la amenaza húmeda de las nubes que la encapotan y la electricidad que carga el aire antes de la tormenta.