En la década de 1960, el arte español vivió una revolución matérica. Artistas de vanguardia rompieron con la pintura tradicional para explorar la textura, el relieve y el alma de los materiales, creando un nuevo lenguaje de una fuerza expresiva sin precedentes. Esta excepcional obra de J. Grau Ribero, fechada en el año clave de 1964, es un testimonio directo y poderoso de esa búsqueda. No es una pintura para ser meramente vista, sino para ser sentida. Es una composición abstracta donde el lienzo se convierte en un paisaje táctil, un fragmento de la historia del arte en el que la forma, el color y la materia dialogan en su estado más puro.
Estamos ante una pieza que encapsula a la perfección el espíritu del Informalismo español, combinando una composición audaz con una técnica innovadora y de gran impacto visual.
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