El alba de la civilización. El despertar de los pueblos. Carl Grimberg. Tapa dura. Colección Panoramas Culturales. Ed. Daimon. 1ª Ed. 1967. Fue preciso que transcurrieran muchos millares de años hasta que surgiera el alba de la civilización. La Tierra tuvo que experimentar profundas y diversas transformaciones antes de convertirse en adecuado «habitat» humano. En un principio, aparece un ser primitivo que, incons-cientemente, lucha para evadirse de la pura animalidad; luego el «homo sapiens» crea las primeras manifestaciones artísticas, maneja el fuego y sale de las cuevas; de nómada, se torna sedentario y así nacen la agricultura y la gana-dería, bases fundamentales de la nutrición y de la vida económica. Más tarde, el hombre hurgará la tierra en busca de metales, que le proporcionan materia prima para su primera «industria» y le facilitan la conquista de la tierra. «De Oriente viene la luz...» suele decirse en un sentido geográfico que pretende ser simbóli-co. De los países orientales proceden los primeros datos con cronología cierta, el despertar de los pueblos a la Historia, los primeros alfabetos, rudimentarios códigos y las primeras religiones trascendentes. Oriente es el hogar donde la humanidad se organiza por vez primera en forma de grandes sociedades coherentes que en su origen asocian la idea religiosa a la estatal: Mesopotamia, Egipto, Asia Menor, meseta del Irán... Cuando el hombre se agrupa en potentes organizaciones como las citadas, aparecen las grandes civilizaciones antiguas. Con todo, es difícil hallar en ellas un concepto de «humanidad» en el sentido «clásico» tal como aún hoy lo concebimos y que no empezará a hacerse patente hasta la entrada de la Hélade —la Grecia eterna— en la Historia universal.