Arquitectura. Renacimiento Tomo I, II y III. Volúmenes 16, 17 y 18.


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Arquitectura. Renacimiento Tomo I, II y III. Volúmenes 16, 17 y 18. El Gran Saber. Tapa dura. Salvat Editores. Coordinación de la obra Julia Millán. 1ª Ed. 1987 y 1992 para el volumen 18. El hombre y el artista medievales habían vivido la permanente disociación de dos mundos en buena medida ajenos e irreconciliables. Uno, el mundoreal, era el dominio imperfecto e inacabado de la naturaleza y de los sentidos; otro, el sobrenatural, era el dominio de lo acabado y de lo eterno, de la perfección y de la suprema belleza. No es que el hombre de la Edad Media desconociera el concepto de ley natural, pero el ordo estamental que. bajo el patrocinio de la Iglesia, rigió en lasociedad del Medievo sólo otorgaba a lasexplicaciones racionales la categoría de causae secundae, sobre las cuales gravitaba omnipotente el peso de una instancia metafísica suprema, causa prima. Dicho principio último no era otro sino el propio Dios, a cuyo conocimiento sólo podía accederse por la vía de la fe. Santo Tomás de Aquino, la figura más relevante del pensamiento medieval, había tratado dearmonizar el orden espiritual o divino y el orden temporal o humano, o lo que es lo mismo, la fe y la razón, sosteniendo que no podían estar en oposición, pues, teniendo ambos su origen en la divinidad, sería suponer que Dios podía ser causa de error y de falsedad. Pero, a la postre, en el angosto marco de este pensamiento semirracionalista, el saber y el arte medievales se hallaban completamente supeditados, aun en sumás contingente terrenidad, a los designiosdivinos, en los cuales habían de buscar por fuerza su sustento las leyes naturales. En el totalitarismo cultural de la Edad Media, tanto la representación del cosmos como los valores políticos, filosóficos, artísticos y morales que regían la sociedad estaban inscritos en un orden cerrado y jerárquico, determinado eternamente, que giraba como una esfera supraceleste sobre el mundo de lo humano, un mundo sumido en la más pura contingencia y en la más atroz incertidumbre. El feudalismo enel terreno político, la Iglesia en el campo de la cultura y, más tarde, los gremios en el ámbito social fueron las instituciones que se ofrecieron al hombre medieval como trasuntos inapelables de aquel orden inmutable, a cuyas disposiciones y reglas debían someterse los artistas. Sin embargo, cuando a finales de la Edad Media la organización feudal entró en crisis y la burguesía incrementó sustancialmente su poder económico, un nuevo concepto del hombre y de la vida comenzó a perfilarse en el horizonte europeo. Los primerossignos de esta renovación cultural, el humanismo, brotaron en Italia, donde el sistema feudal había tenido menos arraigo. Ya a principios del siglo XIII el fundador de la orden monástica de los franciscanos había alentado la búsqueda de la perfección y de la belleza dentro de los limites del mundo natural y en el ámbito de una comunidadsincera, con lo que estaba proponiendo, de hecho, la fusión de esos dos mundos que durante la Edad Media habían permanecido dolorosamente disociados. En sutestamento, Francisco de Asís había manifestado el deseo de que las iglesiasse construyeran como espacios claros unitarios edificados sobre la humildad y la sencillez. Al calor de las enseñanzas franciscanas, los primeros ejemplos de un nuevo arte, más accesible al hombre y más acorde con lo terreno, comenzaron a florecer durante ese mismo siglo XIll en lasciudades de la Toscana, pues, aunque el poverello de Asís, hijo de un mercader de paños, renegara de sus orígenes burgueses y, tras rechazar la propiedad y el dinero, abandonara la civilización urbana, la comunidad franciscana se desarrolló como orden mendicante a la sombra de lasciudades, feudos de la naciente burguesíamercantil. Los creadores y pensadores toscanos de finales del siglo XIII anunciaban con susobras y con sus vidas el final del largo conflicto que separaba los dos mundos durante la Edad Media. El nuevo interés del hombre por lo terreno, el advenimiento en él de la conciencia individual y su fe en las propias capacidades creadoras y en la razón negaban definitivamente el viejosupranaturalismo medieval. Studia humana era el lema de una época que irrumpía concibiendo el mundo como "obra de arte" alcance de las potencias humanas y como problema cuya solución era perfectamente accesible a una mentecreadcra ajustada a los principios técnico-racionales. Para el hombre renacentista los límites entre técnica y arte resultaban tan artificiales como inútiles. En opinión de Leon Battista Alberti, uno de los grandes definidores del pensamientohumanista, el artista debía ser ante todo uninvestigador de la naturaleza, un matemático y un técnico, único camino para alcanzar la plenitud de sus propios recursos artísticos. En este sentido, las cúpulas de Brunelleschi pueden ser tomadascomo paradigmas del maridaje renacentistaentre el cálculo técnico y la voluntad artística. El ingeniero y el artista coincidieron así en una misma mano creadora, no otra fue la ambición que alentó en la vida y en la obra de creadores tan prodigiosos como Miguel Angel o, sobre todo, el propio Leonardo da Vinci, para quien el hombreera el modelo del cosmos". Incluso la guerra, la actividad generatriz del poder feudal en la sociedad del Medievo, perdió su carácter emblemático y señorial para convertirse asimismo en técnica y arte. Y si un Federico de Urbino o un Alfonso de Ferrara personifican el prototipo delnuevo técnico militar renacentista, no es menos cierto que pensadores y artistas de la talla de Ubaldi, Benedetti, Alberti, Galileo y Leonardo aplicaron su ingenio a la solución de problemas de náutica, a la construcción de edificaciones urbanas y fortificaciones, o al perfeccionamiento de las armas de fuego, con lo que caballería ycaballeros vieron declinar el prestigio que tuvieran en las guerras medievales, para convertirse en simple asunto literario de las "novelas de caballerías", pasto de lectores urbanos y verdaderos best-sellers de los siglos XV y XVI.Seria, sin embargo, un error creer que las ideas humanistas fraguaron en Italia y no en otras partes por un indescifrable capricho de la fortuna. Ni siquiera el cambio social operado en las ciudades tras el ascenso de la burguesía mercantil podría explicar por si solo la aparición de un movimientode la magnitud y características del Renacimiento. Si el sistema feudal había tenido menor arraigo en Italia que en otras regiones europeas se debía, ante todo, a la pervivencia en la cultura medievalitallana del espíritu de la Antigüedad clásica. Fue este sustrato el que nutrió de formas y soluciones el pensamiento y el arte renacentistas. Del mismo modo, sería un error ingenuo suponer que la concepción humanista del mundo tuvo ya, de principio, una formulación unitaria y definitiva, o que el Renacimiento fue vivido con la mismaintensidad por las diversas capas de la sociedad de la época. Muy al contrario, el pensamiento humanista fue definiendo sus postulados de manera paulatina e integrando los elementos que concitaron preponderantemente las preocupaciones de cada época, Un rasgo esencial y unitario estuvo, sin embargo, siempre presente en los flujos y reflujos del humanismo: la recuperación apasionada y el estudio devoto del legado intelectual y artístico de la Antigüedad grecolatina.
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