Editorial Alfaguara 1984
144 pág.
El abandono de su pareja sume al protagonista de La dedicatoria en un proceso de derrumbamiento al que sólo la escritura sirve de agarradero. Pero lo que escribe no es tanto una crónica de ese derrumbamiento como la más extraña y peregrina carta de amor que quepa imaginar.
"Me avergüenzo de contarlo. Me avergüenzo de mi letra. Me muestra en toda mi desnudez espiritual. En la escritura estoy más desnudo que si estuviera desvestido. Sin huesos, sin aliento, sin ropa, sin tono alguno. Ni voz ni reflejo. Totalmente vacío. A cambio, toda la realidad de un ser humano, encogido y deformado, en sus garabatos. Sus líneas son su resta y su multiplicación. La desigualdad entre el trazo de la mina y el papel limpio, mínima y apenas registrable en las yemas de los dedos de un ciego, constituye la última proporción que abarca, una última vez, a todo el hombre."