ed rialp 2004, 285 páginas, libro nuevo.
La Europa actual no sería comprensible sin la Ilustración. Tampoco sin el cristianismo. Pero, el motivo por el cual la futura Constitución europea recoge la primera y silencia vergonzosamente la segunda es que, precisamente, la Ilustración se yergue como alternativa al pasado cristiano.
En 1783 alguien preguntó en Alemania “¿qué es la Ilustración?, a lo que Kant respondió: “Ilustración es la salida del hombre de su culpable minoría de edad”. Esta respuesta es suficiente para entender por qué Europa se siente a gusto con su pasado ilustrado y, en cambio, reniega de sus raíces cristianas. Aprovechando la comparación del filósofo yo diría que se trató más bien de una reacción adolescente que tendría las trágicas consecuencias del Idealismo y ahora de la postmodernidad.
Sin embargo, la Ilustración estuvo acompañada de antecedentes y sus efectos no quedaron sólo en el ámbito de las ideas sino que influyeron, y aún lo hacen, en la concepción de la persona, la política, el derecho, la ética…
Recientemente un político se refería a la distinción kantiana entre moral y derecho para justificar la no necesidad de que las leyes promulgadas respondieran a convicciones éticas.
Rafael Calderón ha escrito este libro con la pretensión de que se entienda qué es la Ilustración y cuáles sus consecuencias. En este sentido ha adoptado un estilo ágil, nada recargado de citas y que huye del tecnicismo incomprensible para no iniciados. En una primera parte aborda la “Ilustración” en su generalidad. Hace referencia al subjetivismo moderno, a la desconexión entre entendimiento y voluntad, al abandono de Dios a la esfera de la fe negándole el obsequio racional y, sobre todo, al ansia de autonomía, de la razón frente a las cosas y de la voluntad frente, en lenguaje kantiano, a toda norma heterónoma. El hombre ha de dirigirse a sí mismo.
La segunda parte contiene una buena introducción a la filosofía kantiana. Puede servir para introducirse en el pensamiento del gran autor alemán. Rafael Cordero, con competencia y haciendo accesible al lector un pensamiento de por sí difícil, recorre las grandes obras de Kant: La Crítica de la Razón Pura, la de La Razón Práctica y la del Juicio. Lo hace mostrando además los límites. Por ejemplo, respecto de la concepción moral de Kant dice: “La autonomía que propone Kant no lleva a ninguna parte; si acaso a la autosatisfacción, a la complacencia en uno mismo y, por tanto, al egoísmo y el subjetivismo”.
Lamentablemente sí que ha conducido a algo y es a que muchos reduzcan el valor de las acciones morales y el sentido de la libertad y responsabilidad a un vago “sentirse bien”. Igualmente, por ejemplo, el autor muestra como la concepción estética de Kant separa la belleza de la bondad y la verdad. Le da un margen de autonomía cuyas consecuencias nos es fácil percibir en algunas pretendidas obras de arte actuales.
Libro pues interesante para un público amplio. La primera parte es una excelente visión panorámica de la Ilustración. Quizás en algunos puntos demasiado someros y en alguna afirmación concreta discutible, como cuando afirma que los filósofos modernos no estaban contra Dios (¿Spinoza también?), aunque señala muy adecuadamente el camino del deísmo. Pero en conjunto es muy adecuada y accesible. También la parte dedicada al gran filósofo de la Ilustración puede aportar una válida introducción a quienes deseen iniciarse en el campo de la historia de la filosofía y de esa época en concreto.