taurus 84, ensayo filosófico, 1986, 230 páginas, libro nuevo.
reseña: En este libro escrito atropelladamente no he desarrollado este punto de vista de manera teórica. Incluso creo que un esfuerzo de tal género estaría impregnado de pesadez. Nietzsche escribió "con su sangre": quien le critica o, mejor, le sufre, no puede hacerlo sino sangrando a su vez. Escribí mi libro deseando apareciese, si era posible, con ocasión del centenario de su nacimiento (15 de octubre de 1844). Lo escribí de febrero a agosto, esperando que la huida de los alemanes hiciese posible su publicación. Lo comencé por una posición teórica del problema (es la segunda parte, p.45), pero esa corta exposición no es en el fondo más que el relato de una experiencia vivida: de una experiencia de veinte años, a la larga cargada de espanto. A este respecto, creo útil disipar un equívoco: Nietzsche sería el filósofo de la "voluntad de poder", como tal se daba, como tal se le recibió. Yo creo que es, más bien, el filósofo del mal. Es el atractivo, el valor del mal lo que, me parece, daría a sus ojos el sentido propio a lo que él pretendía hablando de poder. Si no fuera así, ¿cómo explicar éste pasaje? "EL CORRUPTOR DEL GUSTO" A: ¡Eres el corruptor del gusto! -así se dice en todas partes-. B: ¡Desde luego! Yo le corrompo a todo el mundo el gusto de su propio partido -esto ningún partido me lo perdona" (Gaya Ciencia, 172). Esta reflexión, entre otras muchas, es completamente inconciliable con las conductas prácticas, políticas, sacadas del principio de la "voluntad de poder". Nietzsche tuvo aversión por lo que, cuando él vivía, se alineó en el sentido de esa voluntad. Si no hubiese sentido el gusto - incluso sufrido la necesidad - de pisotear la moral recibida, no dudo que hubiera cedido al asco que inspiran los métodos de la opresión (la policía). Su odio del bien está justificado por él como la condición misma de la libertad. Personalmente, sin hacerme ilusiones sobre el alcance de mi actitud, me siento opuesto, me opongo a todo tipo de coerción: no por eso dejo de proponerme el mal como objeto de una refinada búsqueda moral. Y es que el mal es lo contrario de la coerción - la cual, en principio, se ejerce con vistas a un bien -. El mal no es, sin duda, lo que una hipócrita serie de malentendidos ha querido hacer de él: en el fondo, ¿no es una libertad concreta, la turbia ruptura de un tabú? El anarquismo me irrita, sobre todo las doctrinas vulgares que hacen la apología de criminales de derecho común. Las prácticas de la Gestapo puestas a la luz del día muestran la profunda afinidad que une al hampa con la policía: nadie más inclinado a torturar, a servir cruelmente al aparato de la coerción que hombres sin fe ni ley. Odio incluso a esos débiles, de espíritu confuso, que piden todos los derechos para el individuo: el límite de un individuo no está solamente dado por los derechos de otro, sino aún más duramente lo está por los del pueblo. Cada hombre es solidario del pueblo, comparte sus sufrimientos o sus conquistas, sus fibras son parte de una masa viva (sin estar por esto menos solo en los momentos graves). Estas dificultades mayores de la oposición del individuo a la colectividad o del bien al mal y, en general, esas locas contradicciones de las que de ordinario no salimos más que negándolas, me ha parecido que sólo un golpe de suerte(1) - en plena audacia del juego - puede vencerlas libremente. Esta ciénaga en la que sucumbe la vida que ha avanzado hasta los límites de lo posible, no puede excluir una oportunidad de pasar. Lo que una sabiduría lógica no puede resolver, quizá lo logre llevar a cabo una temeridad sin medida, 1 La palabra "chance", como es sabido tiene una amplia gama de significados; Bataille la emplea en su texto con casi todos: como "suerte", "oportunidad", "ocasión", "ocurrencia", "incidencia", "fortuna favorable" (opuesta a "malheur") Etc... La he traducido en cada caso por la palabra castellana que me parecía más oportuna, conservando lo más posible la versión "suerte", por parecerme la más genérica y la que más se ajusta a la idea del autor en el subtítulo del libro. He reservado el nombre "azar" para hasard, y he vertido "aléa" como "albur". (N. Del T.) ERRANCIA POLIÉTICAS ABRIL 2018 http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v17/polieticas_9.html que ni retroceda ni mire hacia atrás. Por esta razón, sólo con mi vida podía yo escribir este libro proyectado sobre Nietzsche, donde intentaba plantear y, si me era posible, resolver el problema íntimo de la moral. Sólo mi vida, sus irrisorios recursos, podrían acometer en mí la búsqueda de ese Grial que es la suerte. Esta resulta responder más exactamente que el poder a las intenciones de Nietzsche. Solo un "juego" tiene la virtud de explorar hasta muy adentro de lo posible, no prejuzgando sobre los resultados, concediendo al porvenir tan sólo, a su libre cumplimiento, el poder que se atribuye habitualmente al prejuicio, que no es sino una forma del pasado. Mi libro es, por una parte, día a día, un relato de tiradas de dados, lanzados, debo decirlo, con medios muy pobres. Me excuso del lado verdaderamente cómico, este año, de los intereses de la vida privada que mis páginas de diario ponen en juego: no sufro por ello, me río gustosamente de mí mismo y no conozco medio mejor que perderme en la inmanencia. El gusto que tengo en saberme y en ser risible no puede ir, empero, tan lejos que me lleve a desorientar a quien me lee. El problema esencial debatido en este libro desordenado (y debía serlo) es el que Nietzsche vivió, el que su obra intentó resolver: el del hombre total. "La mayor parte de los hombres, escribe, son una imagen fragmentaria y exclusiva del hombre; hay que sumarlos para obtener un hombre. Épocas enteras, pueblos enteros, tienen en este sentido algo de fragmentario; quizá es necesario al crecimiento el hombre no desarrollarse sino pedazo a pedazo. De este modo no debe desconocerse que no se trata nunca, en el fondo, más que de producir el hombre sintético, que los hombres inferiores, la inmensa mayoría, no son sino los preludios y los ejercicios preliminares cuyo juego concertado puede hacer surgir aquí y allá el hombre total, semejante a un mojón que indique hasta dónde ha llegado la humanidad" (1887-1888; citado en Voluntad de Poder, II). Pero ¿qué significa esta fragmentación, o, mejor, cuál es su causa? ¿A no ser esa necesidad de actuar que especializa y limita, al horizonte de una actividad dada? Aunque fuese de interés general, lo que no suele ser el caso, la actividad, al subordinar cada uno de nuestros instantes a cierto resultado preciso, borra el carácter total del ser. Quien actúa sustituye esa razón de ser que es él mismo como totalidad por tal fin particular, en los casos menos especiales, la grandeza de un Estado, el triunfo de un partido. Toda acción especializa, dado que toda acción es limitada. Una planta por lo corriente no actúa, no está especializada: ¡se especializa al ponerse a zampar moscas! No puedo existir totalmente más que superando el estadio de la acción de algún modo. Si no, seré soldado, revolucionario profesional, sabio, pero no "el hombre completo". El estado fragmentario del hombre es, en el fondo, lo mismo que la elección de un objeto. Desde el punto en que un hombre limita sus deseos, por ejemplo, a la posesión del poder en el Estado, actúa, sabe lo que debe hacer. Poco importa que fracase: desde el comienzo inserta provechosamente su ser en el tiempo. Cada uno de sus movimientos se hace útil. Se le ofrece la posibilidad, en cada momento, de avanzar hacia el fin elegido: su tiempo se convierte en una marcha hacia ese fin (a tal cosa se llama habitualmente vivir). Y lo mismo si tiene por objetivo su salvación. Toda acción hace de un hombre un ser fragmentario. No puedo mantener en mí el carácter total más que rehusándome a obrar, o por lo menos negando la eminencia del tiempo reservado para la acción. La vida sólo permanece entera no siendo subordinada a tal o cual objetivo preciso que la supera. La totalidad en este sentido tiene a la libertad por esencia. No puedo querer, sin embargo, llegar a ser un hombre completo por el simple hecho de luchar por la libertad. Incluso si luchar así es, entre todas, la actividad que me realiza, no puedo confundir en mí el estado de integridad y mi lucha. Es el ejercicio positivo de la libertad, no la lucha negativa contra una opresión particular, lo que me elevara por encima de la existencia mutilada. Cada uno de nosotros aprende amargamente que luchar por su libertad es, en primer lugar, alienarse. Ya lo he dicho antes, el ejercicio de la libertad se sitúa del lado del mal, mientras que la lucha por la libertad es la conquista de un bien. Si la vida está entera en mí, en tanto que tal, no puedo sin despedazarla ponerla al servicio de un bien, sea el de otro o el de Dios o mi bien. No puedo adquirir, sino solamente dar, y dar sin contar, sin que nunca el don tenga por objeto un interés de otro. (Tengo a este respecto el bien de otro como una añagaza, pues si quiero el bien de otro es para encontrar el mío, a menos que lo identifique con el mío. La totalidad es en mí esta exuberancia: no es más que una aspiración vacía, ERRANCIA POLIÉTICAS ABRIL 2018 http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v17/polieticas_9.html un deseo desdichado de consumirse sin otra razón que el deseo mismo - que la constituye por entero - de arder. De este modo es ese deseo de reír de que he hablado, ese prurito de placer, de santidad, de muerte... No tiene ninguna tarea que cumplir.) Un problema tan extraño sólo es concebible vivido. Es fácil repudiar su sentido diciendo: hay tareas infinitas que se nos imponen. Precisamente en el momento actual. Nadie piensa en negar la evidencia misma. Pero no es menos cierto que la totalidad del hombre - en tanto que inevitable término - aparece desde ahora por dos razones. La primera negativa: la especialización, por todas partes se acentúa hasta hacerse alarmante. La segunda: tareas abrumadoras aparecen empero, en nuestros días, en sus exactos límites. El horizonte era antaño oscuro. El objetivo más grave era, en primer lugar, el bien de una ciudad, pero la ciudad se confundía con los dioses. Después el objetivo fue la salvación del alma. En ambos casos, la acción apuntaba, por una parte, a cierto fin limitado, aprehensible; por otra, a una totalidad definida como inalcanzable en este mundo (trascendente). La acción en las condiciones modernas tiene fines precisos, enteramente adecuados a lo posible: la totalidad del hombre ya no tiene carácter mítico. Accesible de toda evidencia, se la confía a la realización de tareas dadas y definidas materialmente. Está lejana: esas tareas, al subordinar a los espíritus, los fragmentan. Pero no por eso es menos discernible. El trabajo necesario hace abortar en nosotros esta totalidad; pero no por ello está menos dada en dicho trabajo. No como fin - el fin es el cambio del mundo, el ponerlo a la medida del hombre -, sino como un resultado ineluctable. Como resultado del cambio, ese hombre-atareado-en-la-tarea-de-cambiar-el-mundo, el cual no es más que un aspecto fragmentario del hombre, se habrá transformado él mismo en hombre - completo. Este resultado, en lo tocante a la humanidad parece lejano, pero la tarea definida le describe: no nos trasciende como los dioses (la ciudad sagrada), ni como la inmortalidad del alma; se instala en la inmanencia del hombre - atareado... Podemos postergar para más tarde el pensar en ello, pero no sigue siendo no menos próximo; si los hombres no pueden en su existencia común tener desde ahora conciencia clara de ello, lo que les separa de esta noción no es ni el hecho de ser hombres (y no dioses) ni el de no estar aún muertos: les separa una obligación momentánea. De igual modo, un hombre en el combate no debe (provisionalmente) pensar más que en dominar a su enemigo. Sin duda no hay combate violento que no permita introducirse, en los momentos de calma, a las preocupaciones de los tiempos de paz. Pero por el momento, tales preocupaciones parecen menores. Los espíritus más duros conceden su parte a esos momentos de relajamiento y se cuidan de despojarles de su carácter serio. En un sentido, se equivocan: ¿no es lo serio, en el fondo, la razón por la que corre la sangre? Pero no importa: es preciso que lo serio sea la sangre; es preciso que la vida libre, sin combates, despreocupada de las necesidades de la acción y no fragmentada, aparezca bajo una luz frívola: en un mundo liberado de los dioses, de la preocupación de la salvación, incluso la "tragedia" no es más que un entretenimiento, un descanso subordinado a fines a los que se encamina únicamente una actividad. Tal modo de entrar - por la puerta trasera - la razón de ser de los hombres, posee más de una ventaja. El hombre completo, de esta manera, se revela primeramente en la inmanencia, al nivel de una vida frívola. Debemos reírnos de él, aunque fuese profundamente trágico. Esta es una perspectiva que libera: cuenta con la peor simplicidad, la desnudez. Guardo agradecimiento - sin comedia - hacia los que con su actitud grave y su vida vecina de la muerte me definen como un hombre vacío, un chiflado (a ratos estoy de su parte). En el fondo, el hombre completo no es más que un ser en el que se ha abolido la trascendencia de quien ya nada está separado: un poco marioneta, un poco Dios, un poco loco... es la transparencia. Si quieres realizar mi totalidad en mi conciencia debo referirme a la inmensa, cómica, dolorosa convulsión de todos los hombres. Este movimiento va en todos los sentidos. Sin duda una acción sensata (que fuese en un sentido dado) atraviesa esta incoherencia, pero es ella justamente la que da a la humanidad de mi tiempo (como a la del pasado) su aspecto fragmentario. Si por un instante olvido tal sentido dado, veo más bien la suma shakespiriana tragicómica de los antojos, de las mentiras, de los dolores y de las risas; la conciencia de una totalidad inmanente amanece en mí, pero como un desgarramiento: la existencia completa se sitúa más allá de un sentido, es la presencia consciente del hombre en el mundo en tanto que es un sinsentido, al que lo le queda más remedio que ser lo que es, no pudiendo superarse, ni darse algún sentido por medio de la acción. ERRANCIA POLIÉTICAS ABRIL 2018 http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v17/polieticas_9.html Tal conciencia de totalidad guarda relación con las dos formas opuestas de utilizar una expresión. Sinsentido es, habitualmente, una simple negación, se dice de un objeto que hay que suprimir. La intención que rechaza lo falto de sentido es de hecho la que rechaza el ser completo, y es por causa de tal rechazo por lo que no tenemos conciencia de la totalidad del ser en nosotros. Pero si yo digo sinsentido con la intención contraria de buscar un objeto libre de sentido, no niego nada, enuncio la afirmación en la que toda la vida se ilumina al fin en la conciencia. Lo que se encamina hacia esa conciencia de unta totalidad, hacia esa total amistad del hombre por sí mismo, es considerado muy atinadamente como falto en el fondo de seriedad. Siguiendo este camino, me vuelvo irrisorio, adquiero la inconsistencia de todos los hombres (tomados en conjunto, aparte de lo que conduce a grandes cambios). No pretendo de esta forma dar cuenta de la enfermedad de Nietzsche (a lo que parece, era de origen somático): de cualquier modo, es preciso decir que un primer movimiento hacia el hombre completo es la equivalente de la locura. Abandono el bien y abandono la razón (el sentido), abro bajo mis pies el abismo del que la actividad y los juicios que ella anuda me separaban. Como mínimo, la conciencia de la totalidad empieza por ser en mí desesperación y crisis. Si abandono las perspectivas de la acción, mi perfecta desnudez se me revela. Estoy en el mundo sin recursos, sin apoyo, me hundo. No hay más salida que una incoherencia sin fin en la que sólo mi suerte podrá guiarme. Una experiencia tan desamparadora sólo puede hacerse, evidentemente, cuando ya todas las demás han sido intentadas, cumplidas y se ha agotado todo lo posible. Consecuentemente, sólo podrá llegar a ser obra de la humanidad entera en último lugar. Sólo un individuo muy aislado puede hacerla en nuestros días, a favor del desorden de su espíritu y de un indudable vigor al mismo tiempo. Puede, si la suerte le acompaña, determinar en la incoherencia un equilibrio imprevisto: ese divino estado de equilibrio que traduce en una sencillez audaz y puesta en juego incesantemente, el desacuerdo profundo, pero danzante en la cuerda floja, imagino que la "voluntad de poder" no puede alcanzarlo de ninguna manera. Si se me comprende, la "voluntad de poder", considerada como un término, sería una vuelta atrás. Volveríamos, siguiéndola, a la fragmentación servil. Volveríamos a proponernos, de nuevo, un deber y el bien que es el poder querido nos dominaría. La exuberancia divina, la ligereza que expresaban la risa y la danza de Zaratustra se reabsorberían, en lugar de en la felicidad que pende sobre el abismo, nos remacharíamos en la pesadez, en la servidumbre de la Kraft durch Freude. Si se aparta el equívoco de la "voluntad de poder", el destino que Nietzsche reservaba al hombre le sitúa más allá del desgarramiento: no es posible retroceso alguno y de ello se desprende la inviabilidad profunda de la doctrina. El esbozo de una actividad, la tentación de elaborar una meta y una política, sólo desembocan en las notas de Voluntad de Poder, en un dédalo. El último escrito acabado, el Ecce Homo, afirma la ausencia de meta, la insumisión del autor a cualquier designio. Vista desde las perspectivas de la acción, la obra de Nietzsche es un aborto - de los más indefendibles -, su vida no es más que una vida fallida, lo mismo que la vida de quien trata de poner en práctica sus escritos. Que no se dude de ello ni un instante: no se ha entendido ni una palabra de la obra de Nietzsche antes de haber vivido esa disolución deslumbrante en la totalidad: fuera de eso, esta filosofía no es sino un dédalo de contradicciones, o peor todavía: pretexto para mixtificaciones por omisión (si, como hacen los fascistas, se aíslan ciertos pasajes para fines que el resto de la obra desmiente). Quisiera que ahora se me siguiese con mayor atención. Ya habrá sido adivinado: la crítica que precede es la forma disimulada de la aprobación. Justifica esta definición del hombre completo: el hombre cuya vida es una fiesta "inmotivada", y fiesta en todos los sentidos de la palabra, una risa, una danza, una orgía que no se subordinan nunca, un sacrificio que se burla de los fines, sean materiales o morales Lo que precede introduce la necesidad de una disociación. Los estados extremos, colectivos, individuales, estaban motivados antaño por fines. De tales fines, algunos carecen ya de sentido (la expiación, la salvación). El bien de las colectividades ya no es buscado hoy con medios de una eficacia dudosa, sino directamente por la acción. Los estados extremos en estas condiciones cayeron en el dominio de las artes, lo que no deja de presentar inconvenientes. La literatura (la ficción) ha sustituido a lo que precedentemente fue la vida espiritual, la poesía (el desorden de las palabras) a los estados de trance reales. El arte constituye un pequeño dominio libre fuera de la acción, que paga su libertad con su renuncia al mundo real. Este precio es gravoso y casi no hay escritores que no sueñen con reencontrar la realidad perdida: pero para ello deben pagar en el sentido ERRANCIA POLIÉTICAS ABRIL 2018 http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v17/polieticas_9.html opuesto, renunciar a la libertad y servir a una propaganda. El artista que se limita a la ficción se sabe que no es un hombre completo, pero no otra cosa ocurre con el literato propagandista. El dominio de las artes en cierto sentido abarca indudablemente la totalidad: esta, empero, se le escapa de cualquier modo. Nietzsche está lejos de haber resuelto la dificultad. ¡También Zaratustra era un poeta e incluso una ficción literaria! Solamente que él nunca lo aceptó. Las lisonjas le exasperaron. Se agitó, buscó la salida en todos los sentidos. Jamás perdió el hilo de Ariadna que es no tener ninguna meta y no servir a ninguna causa: él sabía que la causa corta las alas. Pero la ausencia de causa, por otro lado, nos arroja en la soledad: es la enfermedad del desierto, un grito que se pierde en un gran silencio... La comprensión a la que invito compromete decididamente a la misma ausencia de salida: supone el mismo suplicio entusiasta. Imagino necesario, en este sentido, invertir la idea de eterno retorno. No es la promesa de las repeticiones infinitas lo que desgarra, sino esto: que los instantes captados en la inmanencia del retorno aparecen súbitamente como fines. Que no se olvide que los instantes son afrontados y asignados por todos los sistemas como medios: toda moral dice: "que cada instante de vuestra vida sea motivado". El retorno inmotiva el instante, libera la vida de finalidad y por ese mismo gesto la arruina. El retorno es el modo dramático y la máscara del hombre completo: es el desierto de un hombre cada uno de cuyos instantes se halla a partir de entonces inmotivado. Vana empresa buscar un desvío: es preciso elegir, de un lado un desierto y del otro una mutilación. No puede uno desembarazarse de la miseria como de un paquete. Suspendidos en un vacío, a los momentos extremos siguen depresiones que ninguna esperanza atenúa. Si alcanzo, sin embargo, una conciencia clara de lo que es vivido de esta manera, puedo no buscar ya salida donde no la hay (con este fin he realizado mi crítica). ¿Cómo no conceder consecuencias a la ausencia de meta inherente al deseo de Nietzsche? Inexorablemente, la suerte - y la búsqueda de la suerte - representan un único recurso (cuyas vicisitudes describe este libro). Pero avanzar de este modo con rigor implica en el movimiento mismo una disociación necesaria. Si bien es cierto que en el sentido en que habitualmente se lo entiende, un hombre de acción no puede ser un hombre completo, el hombre completo guarda una posibilidad de actuar. Con la condición, sin embargo, de reducir la acción a principios y a fines que le pertenezcan en propiedad (en una palabra, a la razón). El hombre completo no puede ser trascendido (dominado) por la acción: perdería su totalidad. No puede, como contrapartida, trascender la acción (subordinada a sus fines): de ese modo se definiría como un motivo, entraría, se aniquilaría, en el engranaje de las motivaciones. Es preciso distinguir por un lado el mundo de los motivos, en el que cada cosa es sensata (racional) y el mundo del sinsentido (libre de todo sentido). Cada uno de nosotros pertenece en parte al uno y en parte al otro. Podemos distinguir consciente y claramente lo que no está unido más que en la ignorancia. La razón no puede estar limitada, desde mi punto de vista, más que por ella misma. Si actuamos, vagamos fuera de los motivos de equidad y del orden racional de los actos. Entre los dos dominios no hay más que una relación admisible: la acción debe estar limitada racionalmente por un principio de libertad( 2 ) El resto es silencio. PRIMERA PARTE El Sr. NIETZSCHE Pero dejemos al Sr. Nietzsche... (La Gaya Ciencia) uno 2 Habiendo sido concedida la parte del fuego, de la locura, del hombre completo - la parte maldita - (concedida desde fuera) por la razón siguiendo normas liberales y razonables. Es la condena del capitalismo como modo de actividad irracional. Desde el momento en que el hombre completo (su irracionalidad) se reconoce como exterior a la acción, en que ve en toda posibilidad de trascendencia una trampa y la pérdida de su totalidad, renunciamos a los dominios irracionales (feudales, capitalistas) en el ámbito de la actividad. Nietzsche sin duda ha presentido la necesidad de este abandono sin advertir la causa: El hombre completo no puede ser tal más que si renuncia a presentarse como fin de los otros: se avasalla si va más allá, ciñéndose a los límites feudales o burgueses por debajo de la libertad. Nietzsche, cierto es, se aferra aún a la trascendencia social, a la jerarquía. Decir: no hay nada sagrado en la inmanencia significa esto: que lo que era sagrado no debe ya servir. Llegado el tiempo de la libertad, es tiempo de la risa: "Ver hundirse a las naturalezas trágicas y poder reírse..." (¿Se osaría aplicar esta proposición a los sucesos presentes? en lugar de internarse en nuevas transcendencias morales...). En la libertad, el abandono, la inmanencia de la risa, Nietzsche liquidaba de antemano lo que aún le unía (su inmoralismo juvenil) a las formas vulgares de la transcendencia -que son libertades sometidas a servidumbre - . Tomar el partido del mal es tomar el de la libertad, "la libertad, aligeramiento de toda sujeción." ERRANCIA POLIÉTICAS ABRIL 2018 http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v17/polieticas_9.html Vivo, si se quiere verlo así, rodeado de hombres extraños, a cuyos ojos la tierra, sus azares, y el inmenso juego de los animales, mamíferos, insectos, tienen la estatura no tanto de ellos mismos - o de las necesidades que les limitan - como de lo ilimitado, de lo perdido, de lo ininteligible del cielo. Para tales seres risueños, el señor Nietzsche es en principio un problema menor... Pero ahí está... Tales hombres, evidentemente, no abundan... debo decirlo de inmediato. Excepto pocas excepciones, mi compañía sobre la tierra se reduce a Nietzsche... Blake o Rimbaud son pesados y suspicaces. La inocencia de Proust, la ignorancia en que se mantuvo de los vientos de fuera, le limitan. Sólo Nietzsche se hizo solidario de mí al decir nosotros. Si la comunidad no existe, el señor Nietzsche es un filósofo. "Si no hacemos, me dice, de la muerte de Dios una gran renuncia y una perpetua victoria sobre nosotros mismos, deberemos pagar por esta pérdida" (1882-1886; citado en Voluntad de Poder, II). Esta frase tiene un sentido: la vivo en este instante hasta el límite. No podemos reposar en nada. Solamente en nosotros. Una responsabilidad cómica nos incumbe y nos abruma. Hasta nuestros días, los hombres reposaban, de cada cosa, los unos sobre los otros, o sobre Dios. Escucho en este momento en que escribo el fragor del trueno y el sordo gruñido del viento; al acecho, adivino el ruido, el fulgor, las tormentas de la tierra a través de los tiempos. En ese tiempo y en ese cielo ilimitados, recorridos por estruendos y distribuyendo muerte con la misma sencillez con que mi corazón sangre, me siento arrastrado por un movimiento vivo, inmediatamente violento en exceso. Por los batientes de mi ventana pasa un viento infinito, que trae consigo el desenfreno de los combates, la desdicha rabiosa de los siglos. ¿Por qué no tendré yo también una rabia que pida sangre y la ceguera necesaria para amar los golpes? ¡Quisiera no ser sino un grito de odio - exigiendo la muerte- y nada subsistiría más hermoso que unos perros desgarrándose entre ellos!, pero estoy cansado, febril. "Ahora el aire entero está caliente, el aliento de la tierra abrasa. Ahora os paseáis todos desnudos, buenos y malos. Y para el amante del conocimiento es una fiesta". (1882-1884; citado en Voluntad de Poder, II) "PARABOLA. - Aquellos pensadores dentro de los cuales todas las estrellas se mueven en órbitas cíclicas no son los más profundos; quien mira dentro de sí mismo como en el interior de un inmenso espacio cósmico y lleva en sí las vías lácteas, sabe también cuán irregulares son todas las vías lácteas; éstas conducen hasta dentro del caos y laberinto del existir". (Gaya Ciencia, 322.) dos Una mala suerte me da el sentimiento de pecado: no tengo derecho a esquivar la suerte. La ruptura de la ley moral era necesaria a esta exigencia (Al lado de esta rigurosa actitud, ¡qué fácil era la moral antigua!). Ahora comienza un duro, un inexorable viaje en busca de la posibilidad más lejana. ¿No es risible una moral que no sea la conquista de una posibilidad más allá del bien? "Negar el mérito, pero hacer lo que está más allá de toda alabanza, léase de toda comprensión". (1885-1886; citado en Voluntad de Poder, II). ERRANCIA POLIÉTICAS ABRIL 2018 http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v17/polieticas_9.html "Si queremos crear, es preciso concedernos mayor libertad de la que jamás nos fue dado, por lo tanto liberarnos de la moral y alegrarnos con fiestas. (¡Presentimientos del porvenir! ¡Celebrar el porvenir y no el pasado! ¡Inventar el mito del porvenir! ¡Vivir en la esperanza!) ¡Instantes afortunados! ¡Después, dejar caer otra vez el telón y llevar de nuevo nuestros pensamientos hacia metas firmes y próximas!". (1882-1886; citado en Voluntad de Poder, II). El porvenir, no el prolongamiento de mí mismo a través del tiempo, sino el acaecer de un ser que siempre va más lejos, superando los límites alcanzados. tres ...la altura a la que está colocando le pone en relación con los solitarios y desconocidos de todos los tiempos. 1182-1885 "¿Dónde nos encontraremos, solitarios entre los solitarios - pues en ese punto estaremos algún día sin duda, de resultas de la ciencia -, dónde encontraremos un compañero para el hombre? Otrora buscamos un rey, un padre, un juez para todos, porque nos faltaban reyes, padres, jueces verdaderos. Más tarde será un amigo lo que buscaremos - los hombres se habrán convertido en esplendores y sistemas autónomos, pero estarán solos. El instinto mitológico se lanzará entonces a la busca de un amigo". (1881-1882; citado en Voluntad de Poder, II). "Haremos peligrosa la filosofía, transformaremos su concepto, enseñaremos una filosofía que sea un peligro para la vida; ¿de qué otro modo la serviríamos mejor? Una idea es tanto más cara a la humanidad cuanto más le cuesta. Si nadie duda en sacrificarse por las ideas de "Dios", "Patria", "Libertad", si toda la historia no es otra cosa que el humo que rodea este tipo de sacrificios, ¿de qué otro modo podría demostrarse el primado del concepto de "filosofía" sobre estos conceptos populares, "Dios", "Patria", "Libertad", sino costando más caro que ellos, exigiendo mayores hecatombes?" (1888; citado en Voluntad de Poder, II). Invertida, esta proposición sigue siendo digna de interés: puesto que nadie se dispone a morir por ella, la doctrina de Nietzsche es nula. Si yo tuviese algún día la ocasión de escribir con mi sangre las últimas palabras, escribiría esto: "Todo lo que he vivido, dicho, escrito - lo que yo amaba - lo imaginaba comunicado. Sin esto, no hubiese podido vivir. ¡Viviendo solitario, hablar en un desierto de lectores aislados! ¡aceptar la literatura - el roce superficial - ! Yo, lo único que he podido hacer - nada más - ha sido interpretarme, y caigo, en mis frases, como los infelices que sin cesar se desploman hoy en los campos de batalla." Deseo que se rían, que se alcen de hombros, diciendo: "Este se burla de mí, sigue vivo." Es cierto, sobrevivo, incluso estoy en este momento lleno de alacridad, pero afirmo: "Si te ha parecido que yo no estaba enteramente en juego, sin reservas, en mi libro, tíralo; recíprocamente, si al leerme no encuentras nada que te ponga en juego - entiéndeme: toda tu vida, hasta la hora de caer - tu lectura acaba en ti de corromper... a un corrompido." "EL TIPO DE MIS DISCIPULOS- A todos los que me interesan les deseo el sufrimiento, el abandono, la enfermedad, los malos tratos, el deshonor; deseo que no les sea ahorrado ni el profundo desprecio de sí mismos, ni el martirio de la desconfianza hacia sí mismo; no tengo piedad de ellos..." (1887; citado en Voluntad de Poder, II). No hay nada humano que no exija la asociación de los que lo pretenden. Lo que tiene largo alcance exige esfuerzos conjugados, por lo menos que se continúen unos a otros, no limitándose a las posibilidades de uno solo. Aunque hubiese cortado los lazos en torno suyo, la soledad de un hombre es un error. Una vida no es más que un eslabón. Quiero que otros continúen la experiencia que antes de mí otros comenzaron, entregándose como yo, como otros antes que yo, a mi mismo esfuerzo: ir hasta el límite de lo posible. Toda frase está abocada al museo en la medida en que persiste un vacío literario. El orgullo de los hombres presentes es que nada pueda ser escuchado sin haber sido antes deformado y vaciado de su contenido por uno u otro mecanismo: ¡la propaganda, la literatura! Como una mujer, lo posible tiene sus exigencias: quiere que se vaya con él hasta el final. ERRANCIA POLIÉTICAS ABRIL 2018 http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v17/polieticas_9.html Vagando en plan de aficionados por las galerías, sobre los parqués encerados de un museo de lo posible, matamos a la larga en nosotros todo lo que no es brutalmente político, reduciéndolo a lujosos espejismos (etiquetados, fechados). Nadie tiene conciencia de ello sin que la vergüenza le desarme de inmediato. Vivir una posibilidad hasta el fin pide un intercambio de varios, que la asuman como un hecho que les es exterior y no depende ya de ninguno de ellos. Respecto a la posibilidad que propuso, Nietzsche no dudó jamás de que su existencia exigiese una asociación. El deseo de una asociación le agitaba sin cesar. Escribió: "El cara a cara con un gran pensamiento es intolerable. Busco y llamo a hombres a los que pueda comunicar este pensamiento sin que mueran." Buscó sin encontrar jamás un "alma lo bastante profunda". Tuvo que resignarse, reducirse a decir: "Tras una llamada semejante, salida del fondo de mi alma, no escuchar el sonido de ninguna respuesta es una experiencia aterradora que podría hacer perecer al hombre más tenaz: esto me ha liberado de todos los lazos con los hombres vivos". Su sufrimiento se expresa en numerosas notas... "Te preparas para el momento en que te será preciso hablar. ¡Puede que entonces tengas vergüenza de escribir, quizá sea aún necesario que te autointerpretes, puede que tus acciones y tus abstenciones no basten para comunicarte! Vendrá una época cultural en que será de mal tono leer mucho; entonces ya no tendrás que avergonzarte de ser leído; mientras que en la actualidad, todos los que te tratan de escritor te ofenden; y quien te alaba a causa de tus relatos, revela una falta de tacto, cava una fosa entre él y tú; él no imagina hasta qué punto se humilla creyendo exaltarte de ese modo. Conozco el estado de alma de los hombres presentes cuando leen: ¡puah! Empéñese uno en trabajar y tómese molestias para producir semejante estado (1881-1882; citado en Voluntad de Poder, II). "Los hombres que tienen destino, los que porteándose a sí mismos portean un destino, toda la raza de los mozos de cuerda heroicos, ¡oh!, ¡cómo quisieran a veces descansar de sí mismos! ¡Qué sed tienen de corazones fuertes, de nucas vigorosas que les librasen al menos por algunas horas de lo que les pesa! Y ¡cuán vana es esta sed!... Ellos esperan, echan de menos todo lo que pasa ante ellos. Nadie sale a su encuentro con la milésima parte solamente de su sufrimiento y de su pasión, nadie adivina hasta qué punto están a la espera... Al fin, demasiado tarde, aprenden esta prudencia elemental: no esperar más, y después esta segunda prudencia: ser afables, modestos, soportarlo todo... en resumen, soportar un poco más de lo que habían soportado hasta entonces" (1887-1888; citado en Voluntad de Poder, II). Mi vida, en compañía de Nietzsche, es comunidad, es una asociación, mi libro es esta asociación. Me aplico estas líneas: "No quiero ser un santo, prefiero antes ser un bufón... Quizá sea yo un bufón... Y a pesar de ello, o mejor, no a pesar de ello - puesto que nada ha habido hasta ahora más embustero que los santos -, la verdad habla en mí". No desenmascararé a nadie. ¿Qué es lo que sabemos del señor Nietzsche en el fondo? Obligado a malestares, a silencios... Odiando a los cristianos... ¡Y no digamos a los otros!... Y además... ¡somos tan poca cosa! cuatro Nada habla más expresivamente al corazón que esas melodías alegres que son de una tristeza absoluta. 1888 ERRANCIA POLIÉTICAS ABRIL 2018 http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v17/polieticas_9.html "Este espíritu soberano que se basta actualmente a sí mismo porque está bien defendido y fortificado contra todas las sospechas, le guardáis rencor a causa de sus murallas y su misterio, y sin embargo atisbáis curiosamente a través de la reja dorada con la que ha rodeado su dominio, como fisgones pasmados: pues un perfume desconocido y vago os orea maliciosamente el rostro y traiciona algo de los jardines y delicias escondidas" (1885-1886; citado en Voluntad de Poder, II). "Existe una falsa apariencia de alegría contra la que nada se puede; pero a quien la adopta no le queda finalmente más remedio que contentarse con ella. Nosotros que nos hemos refugiado en la felicidad, que tenemos necesidad, en cierto modo, del mediodía y de una loca sobreabundancia de sol, nosotros que nos sentamos al borde de la carretera para ver pasar a la vida, semejante a un cortejo de máscaras, a un espectáculo que hace perder el sentido, ¿no parece que tenemos conciencia de una cosa que tememos? Hay algo en nosotros que se rompe fácilmente. ¿Temeremos a las manos pueriles y destructoras? ¿Nos refugiaremos en la vida para evitar el azar? ¿En su brillo, en su falsedad, en su superficialidad, en su mentira acariciadora? Si parecemos alegres, ¿no es acaso porque estamos infinitamente tristes? Somos graves, conocemos el abismo, ¿no es acaso por esto por lo que nos defendemos contra todo lo que es grave? Sonreímos para nosotros mismos de las gentes de gustos melancólicos, en las cuales adivinamos una falta de profundidad; les envidiamos, ay, mientras nos burlamos de ellos, pues no somos lo suficientemente felices para poder permitirnos su delicada tristeza. Nos es preciso huir hasta de la sombra de la tristeza: nuestro infierno y nuestras tinieblas están siempre demasiado cerca de nosotros. Sabemos que tenemos una cosa, con la cual no queremos permanecer cara a cara; tenemos una creencia cuyo peso nos hace temblar, cuyo cuchicheo nos hace palidecer - los que no creen en ella nos parecen felices -. Nos apartamos de los espectáculos tristes, nos tapamos los oídos para no escuchar las quejas del que sufre; la piedad nos quebraría si no supiésemos endurecernos. ¡Permanece valientemente a nuestro lado, despreocupación burlona! ¡Refréscanos, hálito que has pasado sobre los glaciares! No nos tomaremos nada a pecho, elegimos la máscara como divinidad suprema y como redentor" (1885-1886; citado en Voluntad de Poder, II). "Gran discurso cósmico: "Soy la crueldad, soy la astucia", etc., etc. Burlarse del temor de asumir la responsabilidad de una falta (burla del creador) y de todo el dolor. Más malvado de lo que jamás se fue, etc. Forma suprema de la complacencia en su obra propia: la destruye para reconstruirla de nuevo infatigablemente. Nuevo triunfo sobre la muerte, el dolor y el aniquilamiento" (1882-1886; citado en Voluntad de Poder, II). "¡Cierto! ¡No amaré sino lo que es necesario! ¡Ciertamente, el amor fati será mi último amor!" Quizá llegues hasta ese punto; pero antes deberás amar a las Furias: confieso que sus serpientes me harían vacilar. "¡Qué sabes tú de las Furias? ¡Las Furias no es más que el nombre desagradable de las Gracias!" "¡Está loco!" (1881-1882; citado en Voluntad de Poder, II). "Dar prueba del poder y de la seguridad adquiridas mostrando que "se ha desaprendido cómo tener miedo"; sustituir la desconfianza y la sospecha por la confianza en nuestros instintos; honrarse y amarse a sí mismo en la sabiduría propia e incluso en su absurdo; ser un poco bufón, un poco dios; ni cara de cuaresma ni búho; ni culebra..." (1888; citado en Voluntad de Poder, II). cinco ¿Cuál ha sido hasta ahora en la tierra el pecado más grande? ¿No lo ha sido la palabra de quien dijo: "¡Ay de aquéllos que ríen aquí!"? Zaratustra, Del hombre superior. "Federico Nietzsche había querido siempre escribir una obra clásica, libro de historia, sistema o poema, digno de los antiguos griegos que había elegido por maestros. Nunca pudo dar forma a esta ambición. Al final de este año de 1883, acababa de hacer una tentativa casi desesperada; la abundancia, la importancia de esas notas nos permite medir la grandeza de un trabajo que fue enteramente vano. No pudo ni fundar su ideal moral ni componer su poema trágico; de un mismo intento, falla sus dos obras y ve desvanecerse su sueño. ¿Quién es él? Un desdichado capaz de breves esfuerzos, de cantos líricos y de gritos" (Daniel Halévy, La vie de Frédéric Nietzsche, p.285). ERRANCIA POLIÉTICAS ABRIL 2018 http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v17/polieticas_9.html "En 1872, enviaba a la señorita de Meysenburg la serie interrumpida de sus conferencias sobre el porvenir de las Universidades: "Esto da una sed terrible, decía, y a fin de cuentas, nada que beber". Estas mismas palabras son aplicables a su poema". (Ibídem, p.288) Taurus Ediciones, Madrid, 1979. Erancia, revista electrórnica de la Universidad Nacional Autónoma de México agradece a la editorial Taurus la publicación de este puntual e importante texto de Georges Bataille del cual reproducimos, con fines específicamente académicos, la traducción del prólogo realizada por Fernando Savater, a quien agradecemos su escritura. Primera parte de la célebre, “Summa atheologica” este libro es una negación catártica de las instituciones establecidas en nuestro tiempo (incluidas las del Saber), provenientes de quien afronta la voluntad de suerte, esto es: la de la ruptura. (Texto de Bataille a manera de presentación, escrito en la portada de este libro: Sobre Nietzsche voluntad de suerte. Nota del traductor: El estilo de Georges Bataille dista mucho de ser ultraclásico e impecable: prefiere la fuerza expresiva a la corrección. Su sintaxis es enmarañada y los vocablos se emplean a veces en sentidos limites, a menudo muy expresivos, pero semánticamente dudosos. La traducción ha intentado conservar la expresividad, incluso con detrimento de la gramática. En ningún caso he intentado disipar el malestar incómodo que se siente leyendo en francés a Bataille, sino, por el contrario, quisiera haber conservado para el lector de mi traducción tal zozobra. Prefiero, como Bataille, haber realizado un trabajo «fuerte» a obtener un logro «bonito» o «hábil». Mi buen amigo Pablo Fernández-Florez revisó gran parte del manuscrito e hizo, como suele, valiosas sugerencias.