Meditación del cuadro. Agripino González.


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A ESTRENAR!!

Meditación del cuadro. Agripino González. Primera edición. 2002.Por su naturaleza, la meditación -cristianamente entendida- tiene, como una de sus características esenciales, la de ir transportando a la persona de lo inmanente a lo trascendente de la contemplación de las criaturas a la adoración del Espiritu que les da vida y color. Y todo ello, mediante la transformación del propio agente de la meditación que, de forma progresiva y casi imperceptible para él mismo, va pasando deser un ser pensante a ser un ser amante, de pretender entender con la razón a acabar sintiendo con el corazón. Y algo de lo anterior es lo que podrá ir encontrando el lector en las páginas que siguen. En ellas, el padre Agripino González -Postulador de los mártires amigonianos, que acompañó, desde un lugar privilegiado y como actor, el Proceso que llevó a su beatificación el 11 de marzo de 2001- hace un nuevo recorrido por la vida de éstos y se adentra otra vez en su testimonio martirial, partiendo de la contemplación del cuadro que preside su despacho. Un cuadro que se habia ido habituando a ver todos los días, pero que en un momento determinado le fue transportando a esa dimensión que surge, cuando se empiezan a mirar las cosas con los ojos del corazón y con la mirada de la fe y se acaba descubriendo en ellas -y particularmente en las personas- la mano y el Espíritu del Señor.Comienza su meditación, el padre Agripino,contemplando la panorámica del propio cuadroen la que poco a poco descubre distintos detalles- y su fondo de palmeras, que le habla fundamentalmente de paz, de vida y, en definitiva, de victoria martirial. Se detiene después a profundizar, desde el sentimiento enriquecido por la fe, en los lugares que aparecen en el lienzo. Unos lugares que, dentro del clima meditativo, adquieren caracteres teológicos y se van transformando desde su inmanencia en reflejo y asiento de la trascendencia. Primerocontempla, desentraña e ilumina el significado delos dos lugares amigonianos que en él aparecen.Monte-Sión y Masamagrell. Después, el que representa la unidad y centro de nuestra fe católica: San Pedro del Vaticano. En un tercer momento su reflexión se detiene en los dos grandes símbolos que descubre en la pintura, que aún sigue contemplando desde su conjunto: la cruz, que aparece en un primer plano, y el cortejo de hermanos y hermanas que conforman el centro de la estampa. A continuación -y dejada ya la perspectiva de globalidad-, el padre Agripino centra su meditación en detalles más particulares.Inmerso en esa dinámica de lo más concreto, vadistinguiendo, en un primer momento dentro delgran cortejo, dos grupos bien definidos que -aunque conjuntados en la pintura y hermanados por el carisma amigoniano- tiene peculiaridades que los distinguen con identidad propia: el de las Hermanas -Tres vidas... un testimonio- y el de los Hermanos, al que describe el color de las alondras. Posteriormente -y acercándose más todavía a la pintura y centrándose en rasgos más singulares- va identificando y adentrándose en la personalidad de Vicente, de Domingo, de Gabriel, de Carmen, de Rosario, de Francisco, de Valentín, de Serafina, de Bienvenido y de Francisca Javier, y va resaltando el testimonio que ofrecen en su conjunto dos grupos martiriales en Torrent, otros dos en Madrid y un quinto en Benaguacil. En su conjunto, no cabe duda, la obra consigue lo que pretende al introducir al lector en ese clima de meditación y oración, que es el único desde elque puede ser leída en profundidad la vida de losTestigos de la fe, que son, por excelencia, losMártires.
avatar anarvaezd
From 14/12/2018
Spain (Sevilla)
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