Obras Completas de San Juan de la Cruz.

Obras Completas de San Juan de la Cruz. Revisión textual, introducciones y notas al texto: José Vicente Rodríguez. Introducciones doctrinales. Federico Ruiz Salvador. Tapa dura. Editorial de espiritualidad. Cuarta edición. 1992.
Poseen los escritos de San Juan de la Cruz un extraño poder de comunión personal. Les viene de la presencia viva del espiritu creador que ha formado su cuerpo y alienta en ellos. El contacto se hace hoy de persona a persona, más que entre un libro antiguo y un lector moderno. En el diálogo de fondo salen los grandes temas: Dios, el hombre. la existencia, el amor, el sufrimiento, la muerte, la vida gloriosa. Ahí está Juan de la Cruz vivo y en persona. Ha recibido después de muerto grandes honores: de místico, doctor, poeta, santo, escritor, teólogo. Títulos bien merecidos, laboriosamente conquistados. Con todo, yo sigo viendo al fray Juan de la Cruz vivo, sin titulos académicos y sin canonizar, que lleva la genialidad escondida e inconsciente. Vive entre sus hermanos como cristiano y como carmelita contemplativo, haciendo un poco de todo; en ratos perdidos, también escribe. Juan de la Cruz es un hombre sencillo, bueno, valiente, sensible, inteligente, profundamente religioso. Los escritos y la persona de Juan han seguido una misma trayectoria de afirmación lenta. La historia los ha probado duramente, matando fáciles entusiasmos surgidos en torno a ellos, y entorpeciendo por todos los medios su ascenso a la celebridad. Ahora se cumple el siglo de cuando empiezan a serle reconocidos sus mayores títulos: máximo poeta lírico, doctor de la Iglesia, teólogo místico. El paso del tiempo se deja sentir en estas páginas, escritas hace cuatro siglos en intimo contacto con la experiencia y la cultura de la época. Muchos de sus afanes, proyectos, temores, ya no son los nuestros. A cambio de este desgaste parcial, sus escritos se benefician con la distancia y el roce del tiempo. En su confrontación con diferentes culturas y experiencias, destacan mejor los rasgos esenciales de su personalidad como santo y como autor. La distancia dificulta el conocimiento de los detaIles y facilita la comprensión de fondo. Es decir, con el tiempo va cayendo lo que estas obras tienen de cultura ambiental, mientras se refuerza lo que hay en ellas de vida y verdad permanentes, Juan de la Cruz habla por sí mismo al lector moderno. Las introducciones quieren ser transparentes, mediar sin interponerse. Su propósito es aclarar el lenguaje, descubrir la estructura de sus obras y la línea de su pensamiento, crear un clima de afinidad experiencial. Nada de prestarle ideas o sentimientos, de añadirle adornos o quitarle aristas. El es responsable de lo que quiso y supo decir.