Editorial Comares 2019 1ª Edición.
Selección y prólogo de Rafael Fuster
20,5x13,5 cm 224 pag.
Ramón Gaya es junto con Jacinto Octavio Picón, Santiago Rusiñol y José Gutiérrez-Solana uno de los pocos ejemplos españoles de artistas que han compaginado con éxito el ejercicio de la pintura y la escritura. Algunos aforismos del pintor Ramón Gaya, publicado por la editorial granadina Comares, es una amplia muestra de la escritura conceptual del artista murciano. Gaya se inició en la escritura a la temprana edad de diecisiete años —ya a los diez años abandonó la escuela para dedicarse a la pintura— y participó de manera activa en alguna de las empresas literarias y artísticas más importantes de su tiempo. Algunos de sus amigos fueron Luis Cernuda, María Zambrano, Juan Gil-Albert, Rosa Chacel o José Bergamín. Para Andrés Trapiello «estamos ante un escritor originalísimo, uno de los más originales que ha dado el siglo XX español, igual entre los mejores, no inferior a ninguno de ellos, y que nos ha dejado unas cuantas iluminaciones de tan problemática catalogación como de facilísimo trato».
Hay que decir que no son aforismos escritos ex novo —Gaya no escribió nunca ningún libro de aforismos como tal— sino que este volumen está compuesto de sentencias y fragmentos extraídos por Rafael Fuster de otras obras mayores de Gaya, en concreto de Ramón Gaya de Viva Voz, Obra Completa y Cartas a sus amigos. Pero la escritura del autor es tan clara y de un estilo tan riguroso y recio que resulta casi aforístico, de tal manera que el lector no tiene la sensación de encontrarse ante una selección de extractos sino ante auténticos aforismos autónomos.
El arte verdadero está unido a lo sagrado, como la vida misma.
El creador es siempre un hombre de fe, de fe en la vida y su correspondiente trascendencia.
Una gran obra de arte no es una conclusión, como se compromete a serlo una obra científica o filosófica, sino un principio, un principio que escapa, que huye, que se liberta.
El pintor —como el poeta, como el músico— quizá no es más que un intermediario.
Yo no me repito, insisto.
Es peligroso hablar del libro que se está leyendo, del cuadro que se está mirando.
Entre nosotros circulan a menudo santos, santos disimulados, santos difíciles, que no sabemos identificar.
El milagro puede brotar, producirse, depositarse en el rincón más modesto o incluso más deleznable.
Velázquez es, simplemente, como una silenciosa grandeza absoluta. Y esa grandeza que lo rebasa todo, ¿qué puede ser sino la santidad?
La inocencia de Velázquez es una inocencia de hombre.
Los gondoleros de pie, sin remar ya, tienen algo de toreros por la rectitud, la arrogancia oscilante, en peligro, sostenida.
En España parece que no puede ensalzarse a alguien más que a costa de hundir a otro.
La obra literaria de Ramón Gaya es esencialmente ensayística y memorialística, muy centrada en la indagación de los procesos de creación artística, en el estudio de los grandes maestros de la pintura y en su impresión de ciudades y lugares. (Velázquez y Venecia destacan por su continua atención.) Discernir lo es la creación y lo que es arte, lo que es naturalidad y lo que es artificio, lo que es verdad y lo que es ilusión, ha sido la tarea a la que Gaya consagró su pintura y sus escritos.
Estas reflexiones extractadas son ingeniosas y profundas; sus temas de interés son múltiples; su ejecución es magnífica. El resultado es un gran libro de aforismos que viene a sumarse a los muchos que en los últimos tiempos se están dedicando a ese género. Destacar también la exquisita edición de Comares, cuya colección La Veleta está a cargo de Andrés Trapiello, hecho que se nota en su cuidado diseño.
(https://librosdecibola.wordpress.com/)