Gustavo Adolfo Bécquer fue un poeta de una sensibilidad extremada, circunstancia esta que pudo deberse en parte al hecho de haber quedado huérfano en su niñez. Sus leyendas son muy imaginativas, románticas y apasionadas. Rosa Navarro Durán, gran amante de los niños, no quiere que ellos se pierdan estas obras de arte y las ha reescrito en un lenguaje más apropiado para sus edades. Ha seleccionado cinco de las leyendas, El monte de las ánimas, Los ojos verdes, El rayo de luna, La promesa y El Beso.
El monte de las ánimas se refiere a una historia antigua que le habían contado a Bécquer en la provincia de Soria, referente a una derruida capilla de los Templarios que fue abandonada tras haber entrado éstos en batalla con los nobles del lugar y haber quedado todo el monte sembrado de cadáveres. Los lobos se dieron un festín. Desde entonces, cada Noche de los Difuntos se oía sonar la campana de la capilla.
Los ojos verdes trata de lo que le ocurrió a Fernando de Argensola, que se empeñó en perseguir a un ciervo al que le había clavado una flecha más allá de lo que le aconsejaban sus siervos lugareños y dio en ver unos ojos verdes; cuando se lo contó al montero Íñigo, éste se aterrorizó.
En El rayo de luna se cuentan las andanzas de Manrique, un joven con alma de poeta, al que gustaba estar solo para poder echar a volar su imaginación con el pretexto de las danzantes llamas de la chimenea, con los destellos del agua de un río, con las formas cambiantes de una nube o cualquier otra cosa con la que tropezara. Una noche que había pasado contemplando a la luna vio al fondo de la alameda a una mujer desconocida, y se puso a perseguirla y buscarla.
La promesa es una historia de amor, ese sentimiento tan fuerte y poderoso, y de la palabra que se da y que hay que cumplir después.
La historia de El beso se sitúa en 1808 y tiene que ver con el ejército de ocupación francés, cuando un grupo de soldados no tuvo otra opción que alojarse en una iglesia.