Maldiciones. Iker Jiménez. Cuarto Milenio, 8. Contiene DVD.


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Maldiciones. Iker Jiménez. Cuarto Milenio, 8. El ‘caso Cañitas’, el Negro de Banyoles, la maldición de Otzi, objetos malditos. Contiene DVD. 2007.
"Maldito seas...". ¿Existen acaso dos palabras capaces de proyectar odio de forma más concreta y eficaz? La maldición es la expresión más cercana y genuina de malignidad que podemos encontrar en nuestra vida cotidiana.
El que maldice desea el mal de la otra persona y vuelca toda la fuerza de su voluntad en sus palabras, confiando en el poder mágico que todas las culturas han atribuido al verbo, un poder que, por cierto, no debe ser del todo quimérico porque, y en el fondo todos lo sabemos, a veces las maldiciones se cumplen.
Las maldiciones tienen un papel destacado en los mitos y leyendas de diversos pueblos y, en muchos casos, nos hablan con bastante claridad de las peculiaridades culturales de éstos. Por ejemplo, el castizo "así te parta un rayo" nos hablaría del temor que nuestros ancestros le tenían a los fenómenos celestes y el papel del rayo en las culturas mediterráneas como elemento de administración de la justicia divina. En muchas estatuas griegas y romanas se puede ver a Zeus o a Júpiter representado con un haz de rayos en la mano, dispuesto a fulminar con ellos a quien incurra en la ira de los dioses. No es el único entronque de las maldiciones con la mitología. Desde tiempos antiguos han circulado historias sobre, por ejemplo, las sirenas consideradas como seres malditos. Se contaba que la primera sirena fue una bella joven que disfrutaba de sus encantos bañándose desnuda a diario en el mar. Alguien, en un momento de ira, un amante despechado según algunas versiones, su propia madre según otras, la maldijo de forma que en ese momento le creció una cola de pez y nunca más pudo volver a pisar tierra firme. Las culturas más sofisticadas también maldicen de formas mucho más sutiles. Nunca olvidaré una maldición china que me llamó especialmente la atención por lo retorcido de su planteamiento: "Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", decía. En principio parece una frase inofensiva, casi un buen deseo, pero en cuanto pensamos en la agitación, incertidumbre y, muchas veces, violencia a la que se tuvieron que enfrentar los protagonistas de épocas tan interesantes como la Revolución Francesa, la Segunda Guerra Mundial o la caída del Imperio Romano y las comparamos con la plácida tranquilidad que la mayoría de nosotros deseamos para nuestras propias vidas, la maldición se nos revela entonces en toda su siniestra amplitud. En la cultura de la maldición incluso hay lugar para el humor. Se cuenta que una vez una gitana le espetó al objeto de su desagrado: "Ojalá vivas para siempre y no te deje de crecer la cabeza", una imagen que, aunque terrible, no deja de tener cierta gracia. En cualquier caso, las maldiciones de las que os vamos a hablar a continuación no tienen nada de gracioso, más bien al contrario. Se trata de un mundo oscuro que a menudo aterroriza en secreto a los civilizados seres humanos del siglo XXI. Porque, por mucho que queramos darle la espalda, el poder de la maldición sigue enraizado en lo más profundo de nuestro inconsciente colectivo.
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