Madrid, Gisa Eds. 1976. 4ºM, 26p, 6 láms., 1h. 2 tintas, papel alfa de Guarro Casas. En rama. Ejemplar nº 80 de una ed. limitada y numerada de 250 ejemplares. Con tapas y en estuche
Estos estatutos que dan el Regodeo, la Carcajada y la Risa a las «busconas» y «damas de alquiler» encierran, en su brevedad, varias tradiciones literarias: el arranque, con sus personajes alegóricos, está en deuda con los apólogos. La invocación a las prostitutas, que viene después, es un ejemplo de la literatura de definiciones, tan en boga en la poesía del XVII, cuando Quevedo define ocho veces a las cotorreras por medio de sinónimos y metáforas («busconas, damas de alquiler, niñas comunes, sufridoras del trabajo, mujeres al trote, hembras mortales, recatonas del sexto, ninfas de daca y toma»), está adaptando ese procedimiento a su objetivo de describir vituperando. Por último, la regulación que establecen las premáticas de la actividad de las busconas supone una original muestra de esa literatura prostibularia, que, con diversos acentos y propósitos, cultivaron tantos escritores en el Renacimiento. Esta Pregmática se caracteriza por detallar pormenores de la vida cotidiana de las prostitutas, como si se tratase de una pintura costumbrista con notas procaces. Quevedo describe modos de hablar, vestidos, aficiones, casas, onomástica, apodos e intimidades sexuales con una actitud de distanciamiento, reservando sus críticas más claras para ciertos clientes que acuden a las cotorreras, tales como condes, duques y hábitos de órdenes religiosas