Desde sus inicios creativos en los años treinta, Luis Rosales emprende un ejercicio de formación y experimentación estéticas que habrá de perfilarle durante toda su vida como el eterno aprendiz de poeta, abierto a cualquier nueva influencia que hubiese de enriquecer, renovar o completar su obra.
En las páginas de este poemario que mereció el Premio de la Crítica de Poesía Castellana en el 1970, Rosales pone al descubierto sus sentimientos más íntimos ante la vida, el dolor, el recuerdo, la alegría, el conocimiento, la ancianidad, el amor, la muerte... y naturalmente, el contenido del corazón.